🎭 La Sustancia y la Ilusión: Combustible para la Máquina de la Guerra
La adicción real no es a la sustancia; es a la ilusión de poder que esta concede dentro de un sistema diseñado para mantenernos impotentes.
El espectáculo de la "Guerra contra las Drogas" es, en esencia, la pieza de teatro de absurdo más longeva de la política global. Se trata de un combate coreografiado donde los generales (los carteles y las grandes instituciones financieras que lavan su capital) nunca pierden y el soldado raso (el consumidor final en la calle) siempre es el trofeo. Nuestro análisis no se detendrá en la neuroquímica del placer, sino en la Psicología de la Gran Mentira: la sustancia se convierte en el único atajo honesto para interactuar con un sistema que nos exige una hiper-productividad inhumana, una intensidad social y una euforia que no tenemos.
Esto nos obliga a plantear la primera pregunta inquisitiva: Si la cocaína se vende como el combustible para la invencibilidad, el motor que permite al individuo rendir por encima de sus límites biológicos, ¿no estamos usando la droga precisamente para cumplir con la ética de trabajo patológica que el capitalismo nos exige, haciendo del adicto la víctima funcional de su propia explotación?
La respuesta observable es el Duelo Físico por la Deuda Existencial, el colapso que sigue a la euforia. Pero este colapso es la fachada que nos impide ver la estructura que se beneficia. El Principio Sistémico Roto es la Hipocresía del Mercado: la droga es ilegal en la esquina marginal y brutalmente castigada, pero es el "Lubricante Social" y el energizante clave en las mesas de Wall Street y en los despachos de poder. El sistema necesita el producto y también necesita la prohibición.
Esto nos lleva inevitablemente al núcleo de la recursividad si la "guerra contra las drogas" genera más ingresos y más poder (para los sistemas judiciales, prisiones privadas, policía y el mercado negro) que la simple legalización y regulación, ¿el "tratamiento" de la adicción no es simplemente una coartada moral, una forma de obligar al individuo a regresar a la máquina productiva que lo enfermó, sin jamás cuestionar la rentabilidad de la prohibición misma?
El sistema monetiza nuestra desesperación. La Necesidad Colectiva no es la droga, sino la Trascendencia Temporal en un mundo despojado de significado espiritual; la cocaína llena ese vacío con adrenalina y el falso sentido de ser "el más astuto" o "el más rápido". La Ilusión Social es que el fracaso de la adicción es un defecto de carácter, no una consecuencia lógica de una estructura que se burla de la vida plena. El Dilema Moral central se crystalliza: ¿es más inmoral consumir el combustible ilegal que mantiene activa a la élite, o es más inmoral financiar con nuestra apatía la estructura legal y política que se enriquece de nuestra miseria y criminaliza nuestra enfermedad? El tratamiento, bajo esta luz, es el peaje que el consumidor paga para ser readmitido en la cadena de valor, sin que se le permita jamás mirar hacia atrás y señalar a los verdaderos arquitectos del caos. La adicción no es la enfermedad; es el síntoma de una sociedad que está intoxicada de poder y control.
La sátira final es la más dolorosa: la Guerra contra las Drogas, en su ridícula y violenta danza de moralidad selectiva, es el verdadero negocio. Y nosotros, los consumidores y los observadores, somos adictos a la constante y predecible hipocresía que sostiene este teatro.
Publicar un comentario