LA NOVELA DE LA DEUDA Y LA HIPOCRESÍA FISCAL

La aprobación de la Ley de Ingresos 2026, que incluye una proyección de deuda de 1.7 billones de pesos, revela la contradicción fundamental del discurso político moderno: la austeridad ya no es una política económica, sino una marca de fe vendida al electorado. El gobierno actual se fundó sobre la promesa de "no endeudar al país" y de erradicar los lujos de las administraciones pasadas. Sin embargo, la realidad fría de la aritmética presupuestal demuestra que la ideología sucumbe ante la necesidad del gasto. El Estado, como el individuo, tiene una existencia que precede a su esencia, y su existencia requiere flujo de efectivo. Aquí reside el juicio sartreano: El gobierno ejerció su libertad radical de elegir un proyecto social, pero ahora debe enfrentar la angustia de la responsabilidad de financiarlo con una deuda histórica.
La falla central no es el monto de la deuda, sino el mecanismo de la hipocresía fiscal: La deuda se utiliza como la única manera de evitar el costo político de la impopularidad. Es la vía fácil para no realizar reformas fiscales valientes que impliquen subir impuestos y no recortar programas sociales. La deuda se convierte así en un impuesto silencioso y futuro. La generación política actual minimiza su costo al transferir la verdadera factura fiscal a la próxima generación, en un juego clásico de falta de cooperación intergeneracional. Este uso de la deuda es, en esencia, una falla moral al disfrazar el saqueo futuro con una sonrisa de austeridad.
El problema no es la deuda en sí, sino la opacidad moral de su uso, lo que genera una falla de claridad ante la ciudadanía. El sentido ineludible dicta que todo proyecto social o de infraestructura que se financie con deuda debe llevar una etiqueta de advertencia que indique: "Financiado por el Impuesto Futuro de su Hijo/a." Esto obliga a la ciudadanía a ejercer un juicio moral sobre el gasto presente. Si el Estado gasta, debe declararse abiertamente un Estado que gasta y que requiere reformas fiscales valientes, no evasión. La negación es la forma más baja de servidumbre intelectual. Esta histórica deuda expone una falla existencial al contradecir la esencia del discurso fundacional.
La deuda de 1.7 billones de pesos no es solo un número; es un Acto de Fe en el futuro. Es la creencia arrogante de que somos más listos o más afortunados que nuestros sucesores. Y esta es la pregunta sin respuesta que la moral nos obliga a enfrentar: ¿Es más honesto el político que te roba directamente el dinero, o el que te roba el futuro de tus nietos con la sonrisa de la austeridad? La diferencia solo se siente en la longitud de la factura.
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