LA MUERTE DE LA AUTORÍA Y LA ERA DE LA CREATIVIDAD SINTÉTICA

La llegada de la inteligencia artificial generativa ha forzado a la humanidad a un juicio existencial que no había anticipado: la disolución de la Autoría. El arte, ese último refugio del espíritu que se creía irreductiblemente único, ha sido expuesto no como una pasión inútil sartreana, sino como una fórmula cuantificable. Hoy, la máquina no solo imita el estilo; lo perfecciona, lo produce a escala industrial y lo vacía de su carga de angustia.
El quiebre fundacional que esta tecnología revela no es la capacidad del código, sino la fragilidad de la unicidad humana. La tesis consoladora es que la IA es solo una herramienta. La Anti-Tesis es que el artista sintético expone al artista humano por lo que siempre fue: un ensamblador de patrones preexistentes. Si la máquina puede crear una obra indistinguible de la tuya, significa que tu "genio" era, fundamentalmente, estadístico. El yo dostoievskiano, que creía que su sufrimiento era la fuente de una creación única, se encuentra con una verdad aterradora: su dolor también es un patrón legible.
La fisura que se abre y que constituye el verdadero drama existencial no es que la máquina pueda crear arte, sino que esta creación despoja al creador humano de su función justificadora. La función del arte para el humano era darle sentido a su vida. Si ese sentido puede ser replicado por un algoritmo, el humano queda desnudo ante el vacío. La máquina nos recuerda que estábamos condenados a la libertad de elegir el arte, pero ahora nos condena a la indiferencia ante ese arte. La pérdida de la autoría es, en esencia, la pérdida de la última narrativa de la trascendencia individual.
La paradoja que no podemos abrazar es la que concluye este juicio: ¿Es la pérdida de la autoría la muerte del arte mismo, o es solo la liberación del arte de la pesada carga del ego humano? La máquina nos ha quitado la angustia de crear, pero con ella, nos ha quitado la razón de existir. La respuesta flota en el tercer vacío entre el código y el lienzo, donde el artista se pregunta si es más que el prompt que lo invocó.
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