🔬 La Historia es una Ceniza Cíclica: El Ritual del Chivo Expiatorio
La historia oficial es la negación más elegante del fracaso sistémico, un circo bien montado donde se lanza un chivo expiatorio al fuego para que el pueblo crea que el ritual ha limpiado la culpa.
El "villano" es la coartada perfecta, la máscara necesaria que la nación se pone para evitar mirar al abismo en el espejo. La Malinche, Iturbide, Santa Anna, Díaz Ordaz: todos ellos son, en la cronología épica, meras flamas que consumieron la madera ya dispuesta en el mismo altar. Sus nuevas biografías no buscan redimir al individuo; buscan, por accidente o diseño, exponer el fuego quema de la misma manera cada vez que la nación se construye sobre la ceniza del mismo error. El gran pecado de estos individuos no fue su maldad, sino su funcionalidad al sistema que estaba predestinado a colapsar. La Malinche no traiciona a un imperio; ella cataliza la destrucción de un ciclo para iniciar otro, igualmente fatal. Díaz Ordaz no inventa la represión; él ejecuta el manual histórico que el poder siempre tiene a mano para aplastar la voz emergente.
Si la biografía de los "malos" revela que estos fueron simplemente el instrumento perfecto para el error sistémico que la historia repite con una precisión fatal, ¿el verdadero villano no es la negación colectiva, esa ceguera voluntaria que se niega a ver que el fuego se enciende en cada generación?
La respuesta visible es la reinterpretación histórica, la complejidad humana. Pero esta complejidad es la fachada que nos impide ver la estructura que se beneficia. En lugar de condenar el diseño del imperio, condenamos al mensajero que entregó las llaves. La Necesidad Colectiva no es de héroes o villanos, sino de responsabilidad estructural. El reposo intelectual en la condena moral a un solo hombre nos permite eludir la advertencia que se cierne sobre nosotros: si la traición y la represión son los puntos inicial y final del ciclo de doscientos años, ¿qué nombre llevará el fuego que se está encendiendo ahora?
Esto nos lleva inevitablemente al núcleo de la recursividad, con un ritmo grave y deliberado: Si la ceniza que cubre el país después de cada colapso es la misma, solo con una capa superficial nueva, ¿es posible que el verdadero destino del pueblo no sea la gloria, sino el ritual infinito de quemar a un "villano" tras otro, hasta que la propia estructura se disuelva por el peso de su propia historia no aprendida?
La Ilusión Social es que el progreso es lineal. La verdad es que la historia es una marcha fúnebre donde los pasos son los mismos. El dilema moral se cristalliza: condenar a La Malinche o a Díaz Ordaz es fácil; el acto de valor es desmantelar el mecanismo que los creó, sabiendo que el precio por detener el ciclo es la confrontación absoluta con el yo que acepta la destrucción cíclica. La conclusión es una advertencia que se cierne como una sombra: no estudien a los "malos" del pasado para juzgarlos. Estúdienlos para reconocer la silueta de su heredero, que ya está listo para tomar su lugar en el mismo trono de ceniza.
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