El Reciclaje del Error Cero (R.E.C.)
La coprofagia no es un tema, es un síntoma de la civilización. Es el error biológico de software que emerge en un hardware supuestamente optimizado. Hemos diseñado la existencia canina en un sistema cerrado de pienso premium, paseos medidos y camas ortopédicas. Sin embargo, el perro, el ser más domesticado y codificado para el afecto, recurre a la fuente de desecho más primaria para obtener lo que le falta. No es un acto de rebeldía, es el sonido de una máquina que hace click en vacío.
La neurosis empieza donde termina la necesidad. La ciencia nos lo aclara: la coprofagia es una respuesta binaria a una falla.
Por un lado, la Falla Biológica: la malabsorción, el déficit enzimático. El perro come las heces porque contienen nutrientes que su sistema no logró procesar la primera vez. Es decir, con toda la industria alimentaria, los suplementos y los dietistas caninos, el perro debe recurrir al Reciclaje del Error Cero (R.E.C.) para alcanzar su cuota nutricional. Mientras la humanidad perfecciona el reciclaje de aire y humedad para crear agua potable en una misión a Marte, nuestro mejor amigo, con el cuenco lleno, se ve obligado a implementar el sistema de recirculación de nutrientes más absurdo en la historia de la evolución. La sátira es perfecta: la eficiencia absoluta nos lleva a la ineficiencia más primitiva.
Por otro lado, la Falla Conductual: el aburrimiento, la ansiedad o el miedo al castigo. Es la respuesta del perro confinado que confirma la sentencia de Rousseau: "El hombre civilizado es más infeliz que el salvaje." En este caso, el perro civilizado. Hemos aislado a un depredador social en un apartamento. La falta de estimulación ambiental (el ocio existencial) lo obliga a interactuar con lo único que el sistema le deja crear: el desecho. El acto de comer el excremento es un grito de "¡Mírame! ¡Estoy interactuando con algo que no sea tu teléfono!"
El R.E.C. es un bucle de retroalimentación biológica absurda. Si el perro come heces por ansiedad o falta de atención, y el dueño reacciona con un grito histérico, el perro ha ganado: ha logrado la atención (refuerzo negativo). Así, la falla conductual se auto-replica. Si lo hace por evitar el castigo, aprende a "destruir la evidencia", reforzando el instinto de sumisión ante la autoridad que ha fallado en educarlo sin miedo.
El perro es la manifestación viva de nuestra incapacidad para crear un sistema cerrado perfecto para la felicidad. Prometemos comida, seguridad y afecto, pero entregamos carencia, ansiedad y la obligación de ser un esclavo higiénico aterrorizado por la alfombra.
El Cronista Felino lo deja claro: no se rían de su perro. Ríanse de su propio sistema.
La coprofagia es el fracaso más visible de la domesticación, una ley satírica de la recursividad donde la única fuente de lo esencial se convierte en el propio desecho.

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