EL ONUS DE LA AUTORÍA: THE LENTICULARS Y EL SOMETIMIENTO AL NOMOS DE STUDIO TRIGGER


La mera proferencia sobre Studio Trigger y la figura epónima de Akira Amemiya (director de los artefactos SSSS.Gridman y SSSS.Dynazenon) anunciando The Lenticulars no constituye una mera gacetilla; representa la activación de la Hiper-Expectativa Teleológica del Fandom. El flamante proyecto no emerge como una ópera en gestación, sino como un imperativo de canonización, conminando al espectador a una *prolepsis (anticipación) ineludible del pneuma (espíritu) de Hiroyuki Imaishi (fundador de Trigger) sobre el novísimo lienzo de Amemiya. La aprehensión no subyace en el hilo argumental, sino en la ineluctable obligación de que la obra secunde un legado que ha trascendido su propia calidad intrínseca.

El sophisma que ha apuntalado la auctoritas de este estudio estriba en la falacia de que la licencia creativa es un recurso inagotable y que la energía cinética bruta indefectiblemente superará a la exigüidad formularia. Al auscultar el fenómeno Trigger, se constata que la noción de "Rebeldía Estética" se revela como una patología endógena y sistémica: una trampa tautológica autoimpuesta. The Lenticulars irrumpe en el nexo mercantil bajo la tiranía de su propio genotipo, constriñendo a Amemiya a preferir la certidumbre de la performance dialéctica (mechas, catarsis de acción, estilema visual estridente) a la incertidumbre de la experimentación anómala.

Deviene una máxima apotegmática medir la excelencia artística con la gnomon de la fidelidad al stylus preestablecido. El verdadero punctum no es la técnica animística, sino la abjuración del principio de que el autor debe someterse al dogma de la escuela creativa. La obra, siendo percibida como un mero eslabón diacrónico en la cadena de valor de Trigger, abdica de su autonomía fundacional en favor de su valor histórico-corporativo. El paralogismo es inexpugnable: la misma entidad que gestó narrativas de profunda efervescencia emotiva es la que, por cálculo instrumental, sancionará cualquier desviación del arquetipo, convirtiendo al director en un sujeto de la autocensura más sutil.

El veritas desvelado exige una reapreciación del Culto a la Autoría. El fandom, circunscrito entre la devoción numinosa y la imprecación, debe transicionar hacia el modelo de la Desafección Constructiva. El único estratagema que "supera" el despotismo de la expectativa es el que promulga El Crítico Implacable: la aceptación pragmática de que The Lenticulars es, primariamente, una ejecución técnica per se y no una epifanía metafísica. El alea no es el fracaso artístico; es la frustración colectiva dimanada de una obra que, siendo meramente competente, no satisfará el deber ser teleológico impuesto.

El ocaso de la fruición libre se producirá por la saturación de los cánones endógenos. La proyección heurística indica que la relación del espectador con la nueva obra cesará de ser una unidad de descubrimiento para transmutarse en una plataforma de validación retrospectiva. En el futuro, la aceptación no será conferida por la genialidad inédita, sino por modelos predictivos que sancionen la infidelidad al estilema. La lección perenne es que la única forma de liberar al nuevo proyecto es despojándolo del onus insostenible de su propio linaje.

Si la autoría se ha metamorfoseado en una cárcel áurea, ¿cómo podrá Amemiya consumar la verdadera innovación sin infringir el pacto con el panteón de Studio Trigger?

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