El Monólogo Absurdo: Por Qué el Racismo es la Comedia Más Ridícula del Esfuerzo Innecesario
Bienvenidos al show. Hoy, el chiste no es que la vida sea injusta; el chiste es la absurda cantidad de energía que pagas para convencer a la gente de que su estupidez está equivocada.
La Comedia Recursiva exige que paremos un segundo y observemos el setup de este chiste sociológico. La migración no es un movimiento; es una suscripción involuntaria a la Compañía de Vigilancia de Valía Personal. El racismo y la xenofobia no son odio, son una lógica recursiva tan defectuosa que si la usaras en tu software terminarías en bancarrota. La premisa es simple y totalmente absurda: "Te pagaré un salario bajo, te miraré con sospecha y luego te multaré con un 30% de tu autoestima porque tú y tu color de piel me están dando mucho 'trabajo' mental". ¡Es la estafa piramidal de la psique!
La pregunta que expone la farsa es: ¿Cuánto se te cobra por el "servicio" de ser tú mismo? El costo se llama Efecto de Desmantelamiento de la Autoeficacia (EDA). Tu cerebro, que debería estar planeando una nueva startup o una novela, está obligado a gastar una cantidad de energía insostenible en la vigilancia de la valía. El racismo te quita tu propia historia y te da el guion de un personaje secundario que debes justificar constantemente. Es un trabajo emocional a tiempo completo y no remunerado, donde el cortisol elevado es tu sueldo por vivir bajo amenaza.
La lógica central que hace que esto sea una comedia negra es la Paradoja de la Prueba. El agresor te dice que "no vales", y tu sistema, en lugar de decirle "tu lógica es basura", se pone a trabajar horas extras para probar lo contrario. ¡Es como si un ordenador se dedicara a justificar su precio ante un comprador que no sabe sumar! La persona que te juzga está operando con una memoria de software de 1950 (el prejuicio), pero tú pagas el costo de su actualización fallida. Te conviertes en el actor principal de un monólogo de stand-up donde la audiencia ya decidió que no eres gracioso, y tu trabajo es hacer que el silencio incómodo no te consuma.
La manipulación es la más cruel de todas, porque depende de tu nobleza. Te manipulan para que creas que el problema está en tu código y no en el lector de software (el racista). El trauma se ancla cuando te rindes a la narrativa del opresor, creyendo que la diferencia es una deuda a pagar. La única forma de parar el show es apagar el micrófono.
Si la gente sigue pagando esta absurda tarifa de entrada, en la próxima década, la energía creativa de las comunidades migrantes se habrá consumido por completo en el trabajo inútil de la justificación. El chiste termina cuando el actor se baja del escenario y se niega a actuar. El veredicto final es que la identidad no es una performance. La mejor venganza es negarse a pagar la tarifa de la estupidez ajena.
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