El Deseo Como Castigo: La Razón Por la Que el Espejo de Don Juan Siempre Estuvo Vacío
Cuando observo la silueta de Don Juan Tenorio, no veo a un libertino; veo a un funcionario de la angustia existencial. Su mito no trata sobre la conquista del cuerpo femenino, sino sobre la conquista del Ser y el fracaso rotundo de esa empresa. Don Juan es el hombre que, con una lucidez aterradora, entendió la libertad sartreana: estamos condenados a ser libres. En lugar de construir un self auténtico, eligió la huida perpetua. Su patología—la Condena de la Libertad Total—es el rechazo a que un acto lo defina. Si se queda con una mujer, ese acto se vuelve su esencia; por lo tanto, debe huir de todas para mantener la ilusión de su potencial infinito. Vive en el Gerundio, nunca en el pasado.
La tragedia de Don Juan no es moral, es estructural. La única fuerza que lo mueve es el Mecanismo de Causa-Efecto: la Negación del Ser (Causa: su rechazo a consolidar cualquier identidad) lleva a la Acumulación de la Nada (Efecto: el vacío llenado con conquistas efímeras). Cada mujer conquistada no es un trofeo, sino una prueba fallida de que el vacío puede ser llenado. Por eso debe seguir: el deseo en sí mismo no es el objetivo; es el ritual que le permite evitar la pausa incómoda donde la angustia existencial de su libertad podría devorarlo. El deseo se convierte en la droga que anestesia la conciencia de su falta de autenticidad.
Su mayor terror no era el infierno de fuego, sino el infierno de la indiferencia. Por eso, el final del mito—la llegada del Comendador, la estatua que camina—es su única esperanza. La Sentencia Ineludible se revela en ese encuentro: El Deseo es la Prueba, la Culpa es la Única Sinceridad. Don Juan necesita un juicio externo porque es el único que puede otorgarle una definición que él se negó a darse. Necesita la condena y la culpa para sentirse real por última vez. La culpa es la única emoción que lo ancla, por fin, a un destino.
La comprensión de esta dinámica nos obliga a proyectar el futuro. Si Don Juan viviera hoy, su campo de batalla no sería el dormitorio, sino la aplicación de citas. La seducción se digitaliza, se vuelve algorítmica y eficiente. Su vacío ya no se llenaría con la conquista física, sino con la acumulación compulsiva de matches. Si logramos replicar el deseo de Don Juan en un ambiente digital infinito y sin fricción (donde la huida es un simple swipe), ¿habremos curado el mito del dolor o simplemente lo habremos transformado en un Bucle de Ansiedad de Bajo Consumo, donde la conquista ya no produce ni siquiera la culpa que lo hacía sentir vivo? La vida moderna nos ofrece la capa, pero también la cárcel, de la libertad total.
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