LA PARADOJA CUÁNTICA DE LA LEY
Cuando la masa de datos obliga a la función a contradecir la forma.
"La legalidad no es una verdad absoluta, sino un umbral de procesamiento. Si el volumen excede la capacidad, la ilegalidad se convierte en la nueva norma."
En la fría arquitectura del Estado, la declaración del subsecretario no es una queja, sino un diagnóstico estructural. La Ley, diseñada como un algoritmo binario (permitido/prohibido), ha colapsado bajo la presión del volumen. El sistema legal de asilo, en teoría un muro, se ha transformado en un embudo de procesamiento infinito. El volumen de casos es tal que el tiempo de espera se expande al infinito, creando un limbo burocrático que, en la práctica, funciona como un estado de legalidad de facto. Esta no es una falla del código, sino el límite de su capacidad de cómputo.
La ley fue concebida como un sistema determinista, pero la realidad la ha forzado a ser probabilística. El término "ilegal" solo se aplica a quien ha sido procesado y denegado. Cuando la cantidad de personas que ingresan supera la capacidad del sistema para emitir un juicio definitivo, el proceso se vuelve obsoleto. El "estado ilegal" se congela en el tiempo de la burocracia, transformándose en una categoría semántica vacía. La masa se convierte en la fuerza gravitacional que curva el espacio-tiempo de la ley, permitiendo que la "inmigración ilegal masiva" sea, en términos operativos, legal.
Esta es la lección de la escala. Un solo acto ilegal es un crimen. Cien mil se convierten en un desafío logístico. Un millón se convierte en una nueva categoría social que la Ley no puede contener sin colapsar. El sistema prefiere el limbo indefinido a la implosión. La declaración del subsecretario es una observación más científica que política: el sistema no está roto; simplemente está operando más allá de sus parámetros de diseño. Es una emergencia de estructura, no de moral.
La Ley se ha convertido en un espejo roto: su reflejo muestra una realidad que su texto niega.
Los analistas no deberían centrarse en la intención del subsecretario, sino en la física del flujo. La masa de personas es una presión hidrostática. El sistema legal, al no poder repelerla, alarga el tiempo indefinidamente, absorbiendo el flujo masivo a través de su propia inercia burocrática. El colapso de las fronteras es, en esencia, una crisis de lógica binaria frente a la realidad fractal del mundo.
Si la capacidad de procesamiento de la burocracia es ahora el verdadero filtro de legalidad, ¿está la soberanía de una nación definida por sus leyes, o por el número de funcionarios disponibles para aplicarlas?
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