La Advertencia del Fuego
Cuando la Protesta Arde y la Ceniza Queda
Los viejos árboles, en los bosques de mi memoria, no mueren en silencio. Primero se quiebran las ramas, luego la corteza se agrieta. Y finalmente, arden. Lo que sucedió en una manifestación de la derecha en Países Bajos no fue un accidente político, sino una señal, una primera chispa. Fue el fuego que se encendió en una sociedad que alguna vez se pensó invulnerable al caos. Es un fragmento de una narrativa apocalíptica que se está escribiendo en las calles del mundo.
La violencia no fue un acto aislado; fue la combustión de una ira latente. La pasión, esa llama que alguna vez movió a los héroes, se ha pervertido en un grito sin sentido. La gente no pelea por la razón, sino por la furia. Y en este escenario, los líderes políticos no son más que pirómanos que arrojan gasolina a una hoguera que ya se ha encendido. Prometen orden, pero en sus palabras solo hay la destrucción.
"La historia no se repite, sino que los errores humanos se magnifican con cada generación."
La violencia en las calles de Ámsterdam es un monumento en ruinas. Una advertencia. Nos muestra la fragilidad de un sistema que depende de la buena voluntad de la gente para no colapsar. Cuando esa voluntad se agota, la rabia se convierte en un arma. Y la única respuesta que tiene el sistema, la policía y el estado, es la fuerza. Un diálogo de gritos, donde el único vencedor es la anarquía.
Al final, el fuego se apaga. Los escombros quedan en las calles. Pero la ceniza, esa es la verdadera herencia. La ceniza del diálogo que se ha perdido. La ceniza de la confianza que se ha evaporado. La ceniza del pacto social que se ha roto. Esta es la historia que se escribe. No con tinta, sino con fuego. Y El Maestro del Fuego y la Ceniza no teme contarla. Su propósito es advertir que, si no se detiene la violencia, el mundo entero será solo una inmensa tumba de cenizas.
Cuando la ceniza se asienta, ¿tendremos la fuerza para reconstruir lo que se perdió?
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