El Show de la Dama de Hierro: Un Caso de Violencia de Género o el Acto Más Reciente de una Farsa Política

"En el teatro de la política, la verdad no muere. Simplemente cambia de vestuario para el siguiente acto."

En la gran farsa de la política, donde los escenarios se construyen con titulares y las verdades se disuelven en el ruido, ha emergido un nuevo acto estelar. Sandra Cuevas, la Dama de Hierro de la Cuauhtémoc, ha vuelto a tomar el centro del proscenio. No para defender su gestión, sino para blandir el estandarte de la violencia de género contra un reportero. ¿Es un acto de legítima defensa o el más reciente giro dramático en una trama que ya cuenta con varios actos?

El último enfrentamiento ha sido contra el periodista Carlos Jiménez, mejor conocido como C4 Jiménez. La disputa escaló tras una "rodada" de motociclistas que culminó con un fatal accidente. Mientras Jiménez cuestionaba la organización del evento y los presuntos vínculos de los asistentes con el crimen organizado, la exalcaldesa se lanzó en su contra. En una transmisión en vivo, con un guion improvisado, Cuevas lo acusó de difamación, de ser un títere de la delincuencia y, en una jugada maestra, amenazó con exponer su vida personal.

Pero este no es un acto aislado. El telón de fondo de esta historia es más amplio. Ya en el pasado, Cuevas había denunciado por violencia política de género a otro periodista, Mario Maldonado. En ese caso, el Instituto Electoral de la Ciudad de México (IECM) le dio la razón, ordenando a Maldonado eliminar publicaciones que, según el tribunal, la relacionaban con un presunto feminicida. Este precedente le otorga a Cuevas una poderosa arma narrativa: la capacidad de convertir el escrutinio periodístico en un ataque personal.

La ironía de este acto es notable. Mientras la política se defiende con acusaciones de violencia de género, ella misma ha sido señalada por presuntas agresiones, como la que un ciudadano denunció ante la Fiscalía. La narrativa se vuelve circular, un juego de espejos donde la víctima y el agresor se confunden. El público, al final, se queda con la pregunta más incómoda de todas: ¿En este teatro de la realidad, es la verdad una víctima más, o simplemente la utilería?

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