Un Viaje a Través del Nuevo Diccionario de Mexicanismos
La publicación de un diccionario no es un acto inocente. No es solo un catálogo de palabras, es un espejo. Y la Academia Mexicana de la Lengua, al lanzar su nuevo "Diccionario de Mexicanismos", no solo ha documentado un idioma; ha capturado la esencia de un país. Este no es un libro para puristas de la gramática, es un mapa de nuestra psique colectiva.
Lo primero que salta a la vista al hojear sus páginas es el humor. Un humor que, como el tequila, a veces te da una carcajada y otras te quema por dentro. Palabras como “chingón” o “chingada” no son simples groserías; son el motor de nuestra narrativa. Expresan el triunfo más puro y la derrota más profunda. Revelan un pueblo que se levanta y se cae con la misma intensidad. Si la palabra es un acto de poder, en México el poder está en la resignación y el desmadre. Es una lucha constante por convertir la tragedia en una fiesta.
Pero detrás del humor se esconde el trauma. El diccionario es un análisis psicológico en sí mismo. ¿Por qué usamos la palabra “luego” para referirnos a un futuro incierto, a algo que tal vez nunca pase? Porque hemos aprendido a vivir en la incertidumbre. El "luego te lo pago" es un pacto con el azar, no una promesa. Lo mismo sucede con el "ahorita", que no es un momento, es una dimensión en la que convergen el pasado, el presente y la posibilidad. Es el lenguaje de la supervivencia, la prosa de un pueblo que se adapta y reinterpreta el tiempo.
Y ahí está la crítica, un elemento que el diccionario, por su naturaleza, no puede expresar, pero que el lector sagaz puede inferir. ¿Qué palabras faltan? ¿Dónde está el léxico de la empatía, el de la justicia social, el de la equidad de género? Aunque el diccionario se esfuerza en incluir nuevas acepciones, hay un vacío que nos grita. Es un reflejo de una sociedad que está en constante cambio, pero que a veces se resiste a nombrar sus problemas.
Este diccionario es una pieza de arqueología cultural. Cada palabra es un fragmento de la historia, una huella de la evolución social de México. De "chilango" a "godínez", el diccionario no solo documenta el lenguaje; narra la vida en las metrópolis. Es una crónica de nuestro día a día, de cómo nos movemos, amamos, sufrimos y reímos.
Al final, este diccionario no es un simple compendio, es un espejo. Un espejo que no solo refleja cómo hablamos, sino quiénes somos. Nos muestra nuestras virtudes y nuestros demonios, nuestra resiliencia y nuestra capacidad de olvidar. Y esa, mis amigos, es la verdad más profunda que podemos encontrar en sus páginas.
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