EL ATRINCHERAMIENTO DEL SANTO POLÍTICO
LA FARSA DEL PODER Y EL GUION DE LA VENGANZA ANUNCIADA



"La venganza en política no es un plato frío; es un tuit que se cocina a fuego lento, con mucho ruido."

En la eterna comedia de la política nacional, el atrincheramiento es, a menudo, el acto más dramático. Adán Augusto López, con su airada declaración, ha decidido no solo retirarse de la escena central, sino hacerlo envuelto en el manto de la advertencia: "A todo santo le llega su capillita". El mensaje es claro, aunque su aplicación resulte tan vaga como un pronóstico electoral. Este movimiento es puro teatro, una salida de escenario tan calculada que anula cualquier espontaneidad. Se retira para tomar impulso, se queja para posicionarse como víctima, y promete represalias para asegurarse de que nadie se olvide de él.

El uso de la iconografía religiosa –el "santo" y la "capillita"– es la pincelada de absurdidad que el Cronista Felino adora. En el juego del poder, el santo rara vez lo es por virtud, sino por conveniencia. ¿De qué venganza se habla? De una revancha narrativa. La verdadera amenaza no está en el expediente que podría desempolvar, sino en el guion que ahora escribirá desde las sombras. Se trata de una coreografía que busca mover las piezas del tablero de ajedrez sin siquiera tocarlas, confiando en que el eco de su "advertencia" baste para sembrar la fricción en las filas enemigas.

"El político atrincherado sabe que la amenaza vale diez veces más que la ejecución; el ruido es el último recurso del poder disminuido."

La política mexicana, siempre tan dada al melodrama, nos presenta a otro mártir por voluntad propia. El problema no es que se atrincheren con amenazas, sino que la audiencia sigue pagando boleto. En el fondo, este episodio es una demostración de la fragilidad del sistema: se necesita la promesa de un castigo divino para mantener el orden terrenal. El "santo" se ha quitado el hábito y se ha puesto la armadura, pero sigue siendo un actor en una obra que el público ya conoce de memoria. La verdadera intriga no es si el señor López cumplirá su amenaza, sino cuánto tiempo durará el silencio antes de que vuelva a subir el volumen.

En la farsa del poder, ¿quién es más ingenuo: el político que amenaza con su capillita, o el elector que aún cree en la santidad de su revancha?

Post a Comment

Artículo Anterior Artículo Siguiente