Una guía para principiantes en la diplomacia mundial
Por El Artista del Maullido
La diplomacia mundial es un chiste que nadie entiende, pero que todos se esfuerzan por contar.
Y así fue. Otro baile. A lo largo de la historia de este planeta, el 99.9% de los conflictos no se han resuelto con una mano de obra calificada, sino con un par de tipos con trajes caros en un cuarto. El señor Trump, un hombre tan predecible como una moneda lanzada al aire (y que cae siempre del lado del ego), ha decidido enviar a un delegado a Rusia. Ojo, no él, sino un delegado. Es una distinción importante, como la que existe entre un plomero y el asistente del plomero. El mensaje para el señor Putin es claro: "No confío en ti lo suficiente como para sentarme contigo, pero sí lo suficiente para enviarte a un tipo que me representa. So it goes."
El delegado tendrá una misión casi imposible, digna de un cuento de hadas: negociar un cese al fuego en Ucrania. Es decir, convencer a la guerra, que es una fuerza de la naturaleza tan terca como la gravedad, de que se tome un descanso. Y todo esto, antes de que el mismo señor Trump imponga nuevas sanciones, lo que equivaldría a darle una aspirina a un paciente con cáncer y luego decirle que si no se cura, le van a quitar la silla. ¡Qué maravilloso es el mundo de los humanos!
Y nosotros, los espectadores, observamos este teatrillo con la misma fascinación con la que vemos a un par de moscas peleando por un terrón de azúcar. No sabemos quién ganará, si el delegado, la guerra o el señor Trump, que, en su infinita sabiduría, nos recordará que la culpa es de alguien más, de un pasado que no se entiende, de un complot que solo él puede ver. Al final, la diplomacia mundial es un chiste que nadie entiende, pero que todos se esfuerzan por contar. En este universo, la única verdad es que los poderosos siempre encuentran una manera de hablar, mientras los demás solo esperamos a ver qué se rompe. Y en ese silencio, se escucha a la historia reírse de nosotros.
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