La Tiranía de la Unidad:

 

 El Silencio de Europa en la Cumbre de Washington

Por Profesor Bigotes

"La UE no fue un socio igualitario en esta mesa de negociación, sino un actor de reparto que se limita a firmar y aplaudir."


El humo de los cigarrillos en los pasillos de Bruselas es un eco de las grandes decisiones. En Washington, los líderes se reunieron, y el mundo lo vio como un gesto de unidad. Pero la unidad, como la verdad, a menudo tiene un precio que no se anuncia en los titulares. La cumbre sobre Ucrania, presentada como un pilar de la solidaridad transatlántica, es en realidad un momento crucial en la lucha de la Unión Europea por su propia alma. Es una historia sobre el poder, la dependencia y la peligrosa comodidad de dejar que otros tomen las decisiones por uno.

La prosa no necesita adornos, solo la verdad. El acuerdo de seguridad, los pactos militares y la inversión multimillonaria son presentados como el camino para la paz, pero debemos ver el doble discurso. La seguridad de Ucrania es, para la UE, un imperativo. Sin embargo, la forma en que se alcanzó esta seguridad refuerza la dependencia de Europa de la maquinaria militar de Estados Unidos. La promesa de autonomía estratégica de Europa, la idea de que puede ser un actor global independiente, parece cada vez más un espejismo en la niebla. Esta cumbre no fue un acto de poder europeo; fue un recordatorio de que, en los asuntos de seguridad, Europa todavía mira hacia Washington para obtener orientación y protección.

Los pactos, los compromisos, las promesas de un futuro de defensa común… todo se disuelve en una simple pregunta: ¿Quién tiene el control? La cumbre, en esencia, fue una confirmación de la jerarquía de poder. Mientras que la guerra en Ucrania ocurre en el suelo europeo, las decisiones clave se toman a miles de kilómetros de distancia. La UE no fue un socio igualitario en esta mesa de negociación, sino un actor de reparto que se limita a firmar y aplaudir. Este es el verdadero drama: no la guerra, sino el lento y silencioso abandono de la soberanía estratégica. La UE ha optado por el camino más fácil: delegar. Es una decisión comprensible, pero una que, a la larga, tendrá consecuencias duras y brutales, como el frío de un invierno.

La relevancia de esta cumbre para la UE no reside en lo que se dijo en público, sino en lo que se silenció. El costo de esta "unidad" es el aplazamiento de un verdadero proyecto de defensa europea. Los líderes regresan a sus capitales con la sensación de que el problema ha sido resuelto, pero la verdad es que simplemente han reforzado el status quo. En un futuro no muy lejano, la Unión Europea podría encontrarse sin la capacidad real de defenderse o de proyectar su propio poder, atada a las fluctuaciones políticas de una superpotencia que, por sus propios intereses, podría cambiar de rumbo en cualquier momento. El peso de esta decisión se sentirá en el futuro, cuando la UE se enfrente sola a sus propios fantasmas, sin un paraguas de seguridad que la proteja. El camino de la independencia es duro, pero el de la dependencia es, a la larga, insostenible.


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