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La tiranía de la felicidad:

 Un ensayo sobre el gran malestar del siglo XXI

Por El Gato Negro


"La verdad no siempre es hermosa, pero la belleza forzada es una mentira."

La felicidad no es un estado; es un trabajo de tiempo completo. Una prisión de cristal, llena de aforismos enmarcados y sonrisas forzadas. En nuestro mundo moderno, hemos convertido el optimismo en un dogma, una obligación moral. Se nos dice que debemos irradiar "buen rollo" en todo momento, que la tristeza es una elección y que la melancolía es un fracaso personal. Este culto a la positividad, esta dictadura de la sonrisa, es, a decir verdad, la forma más civilizada y elegante de la censura.

Detrás de cada "buen rollo" se esconde un grito silencioso. Y es que el optimismo tóxico no es más que una negación del sufrimiento, un intento inútil de esconder el dolor bajo una alfombra de frases inspiradoras. El sufrimiento, si se acepta, es una escuela; si se niega, una prisión. Es en la tristeza donde encontramos la profundidad de la vida, la autenticidad de nuestras emociones y la verdad de nuestra existencia. El hombre que se niega a sentir dolor es un hombre que se niega a vivir. Es como una sinfonía sin notas bajas, un paisaje sin sombras.

La melancolía es un acto de rebeldía en un mundo que te exige sonreír. Es un gesto de resistencia, una declaración de independencia. Es la única forma de ser verdaderamente auténtico en un universo de máscaras. La verdad no siempre es hermosa, pero la belleza forzada es una mentira. Y no hay nada más falso que una sonrisa que no proviene del alma, sino de un manual de autoayuda.

El filósofo Friedrich Nietzsche, con su habitual pesimismo, decía que lo que no te mata te hace más fuerte. Yo, con mi habitual ironía, digo que lo que no te mata puede hacerte más miserable. La vida está llena de contradicciones, de fracasos y de desilusiones. Aceptarlo es el primer paso hacia la sabiduría. Negarlo es el primer paso hacia la locura.

Para ilustrar este punto, permítanme citar un ejemplo. Piensen en las redes sociales, ese escaparate de vidas perfectas. Todos sonríen, todos viajan, todos viven una vida de ensueño. Pero detrás de cada fotografía, se esconde una realidad que no siempre es tan amable. El optimismo tóxico es el maquillaje social de la soledad, el disfraz de la desesperación. Es la sonrisa que usamos para evitar la conversación difícil, la que nos protege de la verdad.

Por ello, propongo un brindis. No por la felicidad, sino por la honestidad. Por las lágrimas que se derraman en silencio, por las noches de insomnio, por las dudas que nos atormentan. Porque en la oscuridad encontramos la luz. En la tristeza, la alegría. Y en la melancolía, la verdadera libertad.