Una Ópera Bizarra en Tres Actos
Por El Artista del Maullido
La diplomacia es un arte donde cada parte escucha lo que quiere escuchar. Y la guerra, una batalla de aranceles.
Acto I: La llamada que salvó el viernes
La llamada entre la presidenta Sheinbaum y el presidente Trump ya terminó. Y lo sorprendente, para variar, es que no terminó en un desastre total. No hubo gritos, ni se lanzaron objetos a través de la línea transnacional. México, de una forma que solo la diplomacia puede lograr, se ganó una prórroga de 90 días. A Trump, en un momento de aparente benevolencia, le dio por darnos un respiro. Esto, en el lenguaje oficial, se ha catalogado como una “victoria diplomática”. En el lenguaje de la calle, es como si tuviéramos 90 días de gracia antes de que nos cobren la renta. No es un perdón, es un aplazamiento. Y en este circo de la política, eso ya es un gran logro.
La amenaza flotaba en el aire, pesada y ruidosa como un mosquito en la oreja. Trump había anunciado un aumento de aranceles del 25% al 30%. ¿El motivo? El de siempre: el fentanilo y el crimen organizado. Parece que, para el líder de la primera potencia mundial, la solución a una crisis de salud pública en su país es ponerle un impuesto a las exportaciones de aguacates y televisores. Una lógica impecable. Si la gente deja de comprar un producto mexicano, el cártel del fentanilo se disuelve por pura vergüenza. Es el tipo de genialidad que solo un genio como él podría tener.
Acto II: La victoria con letra pequeña
Aunque Sheinbaum celebró el acuerdo, lo que no se dice en la celebración es que la victoria tiene letra pequeña. Los aranceles que ya existían siguen ahí, firmes como un burócrata en horario de comida. Seguimos pagando un 25% sobre los coches y un 50% sobre metales como el acero y el aluminio. ¡Ah! Y claro, no olvidemos el arancel del 25% sobre el fentanilo. Como si el fentanilo fuera un producto con su código de barras, su distribuidor autorizado y su factura. Es un arancel que se aplica a un producto ilegal. Se necesita tener un sentido del humor muy retorcido para pensar que eso lo detendrá.
La presidenta ha sido clara: el gobierno mexicano no cedió a “ninguna acción adicional”. Según la versión mexicana, fue una llamada de 40 minutos en la que se evitó el aumento de tarifas y se logró un periodo para “construir un acuerdo de largo plazo a partir del diálogo”. El comunicado de Trump, sin embargo, menciona que México acordó “poner fin de inmediato a sus barreras comerciales no arancelarias”. La pregunta es: ¿a qué se comprometió México realmente? Al parecer, la diplomacia es un arte donde cada parte escucha lo que quiere escuchar.
Acto III: La corresponsabilidad del absurdo
La verdad es que esto no es solo un problema de aranceles y de presidentes con un ego del tamaño de su país. Es un problema de corresponsabilidad. La presidenta Sheinbaum lo ha dejado claro: el problema del fentanilo es una cuestión que su vecino también debe resolver. Es como culpar al camello por la joroba del jinete.
Por un lado, Estados Unidos es el principal consumidor de fentanilo en el mundo. Por el otro, es el principal proveedor de armas que llegan a los cárteles mexicanos. Así que, mientras Trump nos amenaza con impuestos, sus ciudadanos consumen y sus fábricas de armas venden. Es una situación ridícula, digna de un guion de comedia de humor negro.
En este tejemaneje de acusaciones y amenazas, la prórroga de 90 días no es más que una tregua. Es una pausa en la pelea que nos permite respirar. El gran reto será si el gobierno de Sheinbaum puede convertir esta pausa en una solución duradera.
Mientras tanto, la ópera continúa. Los personajes se preparan para el siguiente acto, y el telón se cierra temporalmente. Solo nos queda esperar para ver si en 90 días el guion cambia, o si simplemente se repite el mismo drama, pero con nuevos y más caros aranceles. Y esa, mis queridos lectores, es la única victoria que podemos esperar en este show.
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