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La Realidad

 

La Herida Abierta de la Soberanía: Una Crónica de la Descomposición

"Cuando la casa se pudre desde adentro, el clamor de los que están afuera se confunde con el canto de la traición."


La noticia era un puñal. Un grito de auxilio desde la tribuna del imperio, un eco de la voz de una senadora que, con la misma frivolidad de quien elige un postre, invitaba al extranjero a entrar en nuestra casa. En la otra esquina, la voz del Estado, firme y, a la vez, fatigada, recordaba que las heridas de esta tierra se cosen con aguja y la sangre de sus hijos. Un solo titular, una simple declaración, y yo, el cronista de estas venas abiertas, lo vi como la manifestación más pura de nuestra desgracia. Si antes la corrupción era un virus silencioso, hoy ha mutado en una enfermedad que nos obliga a elegir entre la humillación y el colapso.

El dilema moral es tan antiguo como la historia misma. ¿Se puede invocar al extranjero para salvarse de uno mismo? ¿Es el acto de pedir ayuda un sacrificio necesario o una rendición que nos despoja de lo último que nos queda, nuestra soberanía? El PRI y el PAN, las viejas glorias de un sistema que se creía inmortal, se han unido a la voz de la senadora. Para ellos, es un acto de pragmatismo. Para mí, es el eco de una historia que ya conocemos, donde la salvación prometida se disfraza de invasión, y la ayuda se paga con la dignidad.

Esta noticia no es un evento aislado; es un nuevo capítulo en la narrativa circular que hemos estado construyendo. En los relatos de los capítulos anteriores, la corrupción era un fantasma que se escondía en los pactos secretos de "El Mayo" Zambada, un soborno que compraba conciencias y mantenía en el poder a los criminales. Ahora, la corrupción ha ascendido. Se ha vuelto política. La traición no es vender la droga, sino vender la patria. Y la respuesta de Sheinbaum, aunque firme, es el murmullo de una nación que sabe que el problema no está fuera, sino en la podredumbre que ha corroído nuestras instituciones, esa misma que permitió el ascenso de los criminales y la pérdida de la fe en nuestro sistema.

Pero en este desgarramiento de la soberanía, la verdad se esconde detrás de un velo. Porque lo que los titulares no cuentan, lo que la historia oficial omite, es el rostro detrás de la máscara de esta senadora, y el pacto que, en la penumbra, se ha sellado. Un pacto que amenaza con redefinir no solo la soberanía de México, sino el destino de aquellos que se creyeron libres del ajedrez del poder. Y en las calles de la ciudad, en el frío de la noche, se escucha un susurro: un nuevo juego ha comenzado, y las piezas son todas nuestras.