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La Danza del Poder:

 

 Una Crónica de la Incertidumbre Financiera

"Cuando la fe en un sistema se desvanece, las reglas dejan de ser leyes para convertirse en sugerencias."



Las noticias que leí hablaban de un despido. Un acto que, en el circo mediático, era un simple golpe de teatro. El Presidente, con la grandilocuencia de un monarca, afirmó haber removido a la gobernadora de la Reserva Federal. Un gesto que me pareció un simple titular, pero para los que entendemos la danza del poder, fue un terremoto que sacudió los cimientos de nuestra realidad. Si la verdad, como vimos en capítulos anteriores, se podía matar con un bombardeo y la decencia con un brochazo de pintura negra, aquí presenciamos un ataque aún más sutil y corrosivo: el asalto a nuestra fe en el sistema.

El dilema moral es claro: ¿qué valor tiene una institución diseñada para la estabilidad, si su independencia pende de la voluntad de una sola persona? La Reserva Federal no es un mero banco; es un contrapeso, un guardián de la confianza colectiva en la economía. El acto de desafiar su autonomía no fue un ataque personal, sino una agresión a la idea de la razón. Con este gesto, la incertidumbre se convirtió en la verdadera moneda de cambio, un fantasma que ahora habita en las salas de juntas y en los hogares de millones, incluido el mío.

La narrativa circular de esta historia es inevitable. La corrupción, ese personaje invisible que ha mutado a lo largo de nuestra novela, se manifiesta una vez más. Primero fue el pacto de silencio que protegió a un capo, luego la impunidad que borró a cinco periodistas, y después el miedo que intentó borrar la identidad de una comunidad. Ahora, la corrupción se viste de poder. Es la subversión de las reglas, la corrosión de las instituciones desde dentro. No se trata de un soborno en billetes, sino de un golpe moral que nos obliga a cuestionar la integridad de todo lo que creíamos sólido.

Este capítulo no es una crónica. Es una meditación sobre el poder en una época de inestabilidad. Un billete se desgarra, no por un acto físico, sino por la simple declaración de un hombre. En ese rasgón, veo la fragilidad de nuestras estructuras. La figura de la gobernadora, una vez símbolo de disciplina, se convierte en un peón en un tablero de ajedrez donde las reglas son cada vez más arbitrarias.

¿Cuál es el verdadero valor de un sistema cuando su integridad depende de la buena voluntad de sus actores? La respuesta, como un eco silencioso, es la incertidumbre. Y en esta incertidumbre, el poder, el único personaje que permanece constante, se vuelve más real y palpable que nunca.