"El Prohibido Escenario de la Decencia"
Por Guardián de la Verdad
La libertad es la esclavitud. La ignorancia es la fuerza. Y la belleza, nos enseñan ahora, es una ofensa.
La noticia ha llegado como un susurro por los pasillos del Ministerio de la Verdad: en una ciudad lejana, en Copenhague, un grupo de "ciudadanos ejemplares" ha decidido que una de las esculturas más famosas, una estatua de bronce de "La Sirenita", debe ser removida. La razón, se nos informa, es que es "fea y pornográfica". Este simple acto, aparentemente un mero debate estético, es en realidad un síntoma de algo mucho más profundo y peligroso: la nueva neolengua de la censura.
Nos están enseñando a temer a lo que no se alinea con la ortodoxia del momento. Para justificar la purga, se ha inventado una nueva gramática. La palabra "pornográfico", que una vez se refería a la obscenidad, ha sido retorcida y ampliada para incluir cualquier cosa que incomode a la moralidad oficial. El lenguaje se ha vuelto un arma. Términos ambiguos como "inapropiado" o "sensible" son utilizados como camuflaje para la eliminación del arte. La gente, sin darse cuenta, se convierte en cómplice de su propia opresión cultural al adoptar esta neolengua, repitiendo consignas sin cuestionar su verdadero significado.
Esta "guerra de la decencia" es un teatro del absurdo, una paradoja. Nos dicen que es por el bien de la "tolerancia" y la protección, pero el acto mismo de censurar una obra de arte es un acto de intolerancia hacia la historia y la libre expresión. El Gran Hermano nos exige que seamos tolerantes con todo, excepto con aquellos que no piensan como él, creando una sociedad dividida que se dedica a la constante búsqueda de "enemigos" culturales. La estatua, que ha estado en su lugar por décadas, ahora es un pensamiento-crimen en bronce.
La historia, nos enseñan, es como un borrador que puede ser reescrito. Hoy se tacha una estatua, mañana se quita un libro de las bibliotecas, y pasado mañana se elimina un recuerdo de la memoria colectiva. Ya lo hemos visto antes, en regímenes totalitarios que quemaban libros y destruían arte para imponer una visión única del mundo. La eliminación de la estatua de "La Sirenita" no es un evento aislado, es el primer paso en un camino que ya ha sido recorrido, con consecuencias devastadoras.
La lucha no es entre lo bello y lo feo, sino entre la libertad de expresión y la tiranía del gusto colectivo. Pero la victoria ya tiene un precio: el silencio en los escenarios, el vacío en las galerías, el recuerdo borrado en las calles. La Sirenita, con su rostro de bronce, no es solo una figura de cuento; es el símbolo de la lucha contra el olvido. Pero el Gran Hermano ya ha decidido que su historia no se contará, y el silencio será el único sonido que quede en el mar.
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