La Farsa de la Fortuna y el Oro Fugaz
Por El Bardo Felino
"El mundo es un teatro, y los hombres y mujeres son meros actores."
¡Oh, oÃd, mortales, la nueva y ruidosa comedia de nuestra era! Los heraldos del metal, con sus trompetas de cifras y sus estandartes de papel, han proclamado el nuevo elenco de la fortuna. He aquà la lista de diez almas que, por un capricho del destino, se han sentado en el trono dorado de este mundo. Se dice que sus arcas rebozan de un tesoro que bien podrÃa comprar reinos y coronas, y sus nombres resuenan con el eco del poder. Elon, Larry, Mark y Jeff, cual prÃncipes modernos, danzan al compás del mercado, sus fortunas subiendo y bajando cual olas de un mar tempestuoso.
Pero, ¡ay de la vanidad! Este es el drama, el gran entremés que nos convoca. La Fortuna, esa dama ciega y veleidosa, ha vuelto a jugar a los dados, elevando a unos y haciendo descender a otros. El reporte del gran movimiento de la riqueza no es más que el guion de un acto ya visto. Se anuncia que en los años venideros, una inmensa masa de oro, de más de ochenta y tres billones, cambiará de manos. ¡Una herencia!, ¡una transición!, gritan. Un acto trágico, si se quiere, donde los hijos heredan no solo el oro, sino también el peso de la corona. Y se murmura, con voz grave, que la mayor parte de esta riqueza irá a parar a las manos de las mujeres, quienes, cual reinas viudas, tomarán el cetro de sus padres y esposos. Un giro del destino, un acto más en la comedia.
Y aquÃ, desde el palco, me pregunto: ¿es esto la gloria? ¿Es el honor? ¿Es la paz que busca el alma? Vedlos en sus pedestales de cifras, envueltos en sus sedas y sus tronos de oro. Mas, la riqueza, amado público, es una espada de doble filo, una corona de espinas. La angustia del mercado, el temor a la pérdida, la traición del socio. ¿Qué paz puede hallar el corazón bajo tal fardo? No es el oro lo que busca el hombre, sino la calma del espÃritu. Y el alma de estos prÃncipes, ¿está acaso más tranquila que la del mendigo que pide una limosna en la puerta del templo?
El mundo es una farsa, un escenario lleno de sombras y de espejos, donde los actores se afanan por un papel que la muerte, la gran directora, arrebatará al final. Estos diez nombres son el elenco de hoy, pero mañana, el telón caerá, y otros subirán al escenario. El oro se quedará, pero el alma, ¡ay!, el alma se irá desnuda, sin más riqueza que el bien o el mal que ha sembrado. Y el rumor de este reporte, de esta gran transferencia, no es más que el eco de un “Memento Mori” que se nos susurra desde las entrañas del tiempo.
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