Gaza, el punto de no retorno:

 

 La hambruna como resultado de una política histórica de asedio

Por El Proletario Felino


La guerra tiene un olor acre. No solo a pólvora y sangre, sino a la desesperación silenciosa de los estómagos vacíos. Es el olor a la inanición, y se ha apoderado de Gaza.

GAZA, Territorios Palestinos – Me ha tocado escribir sobre tragedias, pero esta es una que me ha perseguido con la ferocidad de un fantasma. Aquello que las agencias humanitarias nos advirtieron durante meses, que yo mismo denuncié con la pluma en la mano, ya no es una proyección. Es la realidad. La Clasificación Integrada de la Seguridad Alimentaria (IPC) ha confirmado lo que sabíamos en el alma: la hambruna ha llegado a la Ciudad de Gaza. Hoy, 22 de agosto de 2025, es la fecha en que la historia se recordará como la primera vez que se confirmó la inanición en el Medio Oriente, una zona que, como siempre nos recordaba mi maestro Galeano, parece tener las venas abiertas por designio. El informe advierte que, si el mundo no actúa, esta plaga se extenderá por Khan Younis y Deir al-Balah.

Miro las cifras y no veo números, sino un grito de alerta. Veo a medio millón de personas, a un cuarto de la población, enfrentándose a un hambre que no es una molestia, sino un abismo. Las métricas del IPC son un espejo que me obliga a ver la crueldad en su forma más pura: una de cada cuatro casas sin comida, un tercio de los niños desnutridos y almas que se escapan del cuerpo en silencio, dos por cada diez mil. Esas cifras no mienten.

Y no, esto no es un accidente. La hambruna no es un efecto colateral de la guerra. Es una herramienta de la guerra. He visto con mis propios ojos cómo la ayuda ha sido bloqueada, cómo los camiones se detienen en la frontera mientras la gente se muere de hambre a solo unos metros. El informe del IPC confirma lo que las organizaciones de ayuda nos han gritado durante meses: que las restricciones de Israel sobre la entrada de alimentos han provocado esta catástrofe. Es una política, una decisión deliberada. Y cuando escucho a los líderes israelíes, incluyendo al Primer Ministro Netanyahu, desmentir el informe, llamándolo una "mentira descarada", siento un nudo en el estómago. Yo sé que hay una desconexión brutal entre lo que dicen y la realidad de los que sufren.

El hallazgo de la IPC no es un mero dato estadístico. Para mí, es una acusación moral contra todos nosotros. Es el fracaso de la humanidad misma. La inacción, la burocracia, la política de la indiferencia. Todo eso puede ser más letal que una bomba. Mientras ellos debaten en salas asépticas, los cuerpos de los más vulnerables se convierten en polvo. Esto es un punto de inflexión. El mundo no puede ignorar este martillazo. La muerte por inanición es un crimen lento y silencioso, y los que miran hacia otro lado son cómplices. Yo, como cronista, me niego a ser uno de ellos.

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