El Silogismo del Hambre
"Cuando la lógica se convierte en crueldad, la verdad se esconde en los huesos."
La hambruna, en su esencia, no es un sonido, sino un silencio. Es la quietud de la sangre en las venas, la inmovilidad de un cuerpo que ha olvidado el sabor del pan. Es la lenta desintegración de la voluntad. Y sin embargo, en un acto de una crueldad que la razón se niega a comprender, el titular de esta mañana declaró a la ciudad de Gaza una "zona peligrosa de combate". La hambruna, ese silencioso personaje que ya habÃa tomado el escenario principal, ahora se encontraba con su gemela, la violencia, en la más brutal y absurda de las danzas. Era una doble sentencia. Una doble crucifixión.
En los callejones rotos, donde el polvo de los escombros se mezclaba con la ceniza de las hogueras, la gente habÃa comenzado a entender que la comida, ese simple acto de supervivencia, era ahora una traición. Llevar una hogaza de pan de un refugio a otro era un acto de guerra. Buscar agua, una subversión. La lógica se habÃa quebrado. La lÃnea entre la vida y la muerte ya no era una frontera, sino un punto borroso, un eco de una explosión distante.
Vi el rostro de un niño, no en una fotografÃa, sino en la mirada de un viejo que pasaba a mi lado, arrastrando los pies en un lamento silencioso. El niño tenÃa los ojos huecos, el rostro pálido, y sostenÃa un pedazo de pan quemado. Era un objeto de una desolación poética. El pan, ese sÃmbolo universal de la vida, habÃa sido sometido a la lógica de la guerra y habÃa sido devorado por el fuego. El acto de comer ya no era un acto de placer, sino de dolor.
¿Qué tipo de mundo hemos construido para que un hombre, en su desesperación, deba elegir entre el pan y el fuego? El titular no era solo una declaración de guerra, era una declaración de la bancarrota moral de nuestra especie. Un acto de nihilismo puro. Se ha declarado la guerra a la esperanza. Se ha declarado la guerra a la bondad. Se ha declarado la guerra a la simple, terrible, dignidad del ser humano.
El último aliento se habÃa disipado en el aire espeso de Gaza, pero la verdad no morirÃa con él. Porque, como los estratos geológicos guardan la historia de la Tierra, cada grano de polvo de esa ciudad era ahora una partÃcula de juicio, un mudo pero eterno acusador que el tiempo jamás podrÃa borrar.
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