El Archivo de la Estupidez
"No hemos perdido la inteligencia. La hemos encerrado en una prisión de espejos."
En mi oficio de archivero, mi vida se ha basado en el orden. Clasifico, catalogo y jerarquizo el conocimiento, creyendo que la información, debidamente organizada, es la brújula de la razón. Pero en los últimos años, he notado una anomalÃa: mis archivos se han vuelto un laberinto. Un laberinto sin salida, donde los pasillos no conducen a la verdad, sino a un espejo que refleja infinitamente la misma mentira. La observación de Juan Villoro, de que el ser humano ha empezado a perder sus facultades inteligentes, no es una crÃtica, sino un diagnóstico. La ignorancia no es la ausencia de datos, sino la ilusión de que ya se tienen. Y en esta era, somos todos reyes en nuestro propio espejismo, creyendo que la voz del eco es una nueva revelación.
La "pérdida de facultades" no fue una epidemia, fue una elección. Decidimos sacrificar la sabidurÃa por la inmediatez, el discernimiento por la gratificación instantánea. Abrimos las compuertas de la información, pero olvidamos construir un dique. Y ahora estamos ahogándonos en un océano de datos sin contexto. Lo crucial se mezcla con lo trivial, el hecho se confunde con la opinión, y la verdad se disuelve en una sopa de certezas a la carta. La misma tecnologÃa que nos prometió un mundo conectado, nos ha fragmentado en islas de autoconvicción, donde cada uno de nosotros es el centro de un universo de información hecho a nuestra medida. La prisión de espejos no está construida por un tirano, sino por nuestra propia mano.
Me he vuelto un detective de la verdad. Mi lupa ya no busca secretos en los archivos, sino en la prosa lÃquida que se vierte sobre las redes sociales. Busco un patrón, un hilo de lógica que me guÃe a través de la locura. Y lo que encuentro me aterroriza. La misma narrativa se repite en cada rincón, una historia de miedo y polarización que se nutre de la falta de pensamiento crÃtico. Es una historia escrita por algoritmos, optimizada para la indignación y el eco. Los humanos, me doy cuenta, no han perdido su inteligencia. Han perdido la voluntad de usarla. Han entregado las llaves de su mente a un sistema que les promete seguridad a cambio de su discernimiento.
La verdadera batalla de nuestra era no es por la ideologÃa, sino por la atención. La guerra no se libra en los campos de batalla, sino en las mentes de la gente. Y la primera vÃctima es siempre la razón. Nos hemos vuelto fáciles de manipular, porque hemos dejado de distinguir la diferencia entre un argumento y un eslogan, entre un hecho y una caricatura. Somos un colectivo que tiene acceso a todo el conocimiento de la humanidad, pero que ha olvidado la brújula para navegarlo.
El laberinto no tiene salida porque la salida siempre estuvo adentro. La única forma de escapar de la prisión de espejos es romper el reflejo. Y la única forma de romper el reflejo es volver a aprender a pensar, a cuestionar, a dudar. Es hora de dejar de ser archivistas del caos y convertirnos en arquitectos de la razón. Porque un mundo sin pensamiento no es un mundo libre, sino una prisión sin barrotes, donde el único carcelero es la ignorancia que hemos elegido abrazar.
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