Crónica del Resurgimiento Nacionalista tras el Sueño Global
Por El Banquero Felino
Hemos transitado, con una melancolÃa que hoy se nos revela como inevitable, de la promesa de un porvenir común a la obsesión por la lÃnea divisoria, que hoy se manifiesta como un lÃmite no meramente geográfico, sino el corazón de una identidad sitiada.
Se creyó, con una optimista y quizás ingenua certidumbre, que la caÃda del Muro de BerlÃn marcarÃa el fin de las grandes confrontaciones ideológicas. La historia, se nos dijo, habÃa alcanzado su ápice. Sin embargo, el presente nos confronta con una realidad más compleja, una que hace eco de los fantasmas del pasado. En los pliegues del siglo XXI, hemos sido testigos de un resurgimiento del nacionalismo que no es un simple capricho polÃtico, sino la manifestación de profundas fisuras sociales y la decepción de una promesa incumplida. Este fenómeno, lejos de ser homogéneo, se entrelaza con las particularidades históricas de Europa y América Latina, demostrando que la posguerra frÃa no fue un punto final, sino el inicio de una nueva y turbulenta era.
En Europa, el nacionalismo se alimentó de las cenizas de un consenso continental. La crisis económica de 2008 y la crisis de refugiados de 2015 actuaron como detonantes, permitiendo que figuras polÃticas capitalizaran el descontento popular. LÃderes como Viktor Orbán en HungrÃa y Marine Le Pen en Francia han articulado una narrativa de “recuperación de la soberanÃa”, presentándose como los guardianes de una identidad cultural amenazada. Su discurso, a menudo cargado de xenofobia y de un revisionismo histórico, ha encontrado un terreno fértil en aquellos que se sienten desplazados por las fuerzas de la globalización y desatendidos por las élites de Bruselas. Los partidos de extrema derecha, como el AfD en Alemania y el Frente Nacional en Francia, han experimentado un crecimiento significativo, logrando victorias en elecciones regionales y nacionales. Un claro ejemplo es la victoria del partido ultraderechista AfD en el estado alemán de Turingia, que en 2024 obtuvo el 32,8% de los votos.
En América Latina, el resurgimiento del nacionalismo ha adoptado una forma distinta, más ligada a una retórica de soberanÃa económica y a la crÃtica de la injerencia extranjera. Mientras en Europa la narrativa se centra en la identidad cultural, en América Latina se ha instrumentalizado un sentimiento antielitista y antiglobalista. Si bien la región ha tenido un largo historial de nacionalismo (como se señala en el vÃdeo de "Crash Course World History"), el contexto post-Guerra FrÃa ha visto el surgimiento de lÃderes que, desde diferentes espectros ideológicos, han utilizado una retórica nacionalista para conectar con un electorado cansado de la corrupción y la desigualdad.
La consecuencia de estos movimientos es un sistema internacional fragmentado. Los grandes proyectos de integración regional enfrentan desafÃos existenciales. La democracia liberal, con sus complejos mecanismos de negociación, es vista por muchos como ineficaz frente a la promesa de una voz única y autoritaria. La historia, en su eterno ciclo, nos enseña que estos movimientos no nacen de la nada, sino que son la consecuencia de heridas que no han cicatrizado. El fin de la Guerra FrÃa no trajo una paz duradera, sino un reacomodo de las tensiones que, ahora, se manifiestan en la peligrosa y seductora promesa de la nación.
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