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El Archivo del Ciudadano:

 

 El Fantasma de la CURP Biométrica

“Los datos son las huellas dactilares del alma moderna. Y la pregunta no es quién las toma, sino para qué las usan cuando la noche cae.”Cifrador "El Analista" Binario




En el laberinto de la Ciudad de México, donde los trámites son un eco interminable y la burocracia una niebla densa, algo nuevo ha entrado en juego. Algo que no se ve en los ojos ni se oye en los pasillos, pero que se siente en el aire. La Clave Única de Registro de Población, esa vieja y polvorienta llave para entrar al sistema, se ha puesto un traje nuevo. Y debajo de la tela, la cosa respira.

El nombre es pulcro, casi clínico: "CURP biométrica". Su propósito, dicen, es la eficiencia y la seguridad. Una identidad infalible. Un archivo sin errores. Pero uno no tarda en entender que en los juegos del poder, la eficiencia a menudo es un sinónimo de control, y la seguridad es una jaula que se cierra de a poco. El proyecto piloto ha arrancado, y con él la maquinaria ha comenzado a escanear rostros, a leer iris, a capturar la esencia biológica de la gente. Cada línea en la piel, cada mancha en el ojo, se convierte en un dato, una pieza de un rompecabezas que no estamos invitados a armar.

La centralización de la información es el corazón de la bestia. Todos tus datos más íntimos, desde la fecha de nacimiento hasta el rastro de tus huellas, almacenados en un solo lugar. La promesa de una puerta única para todos los servicios es seductora, pero es una puerta que se abre en una sola dirección. La historia está llena de advertencias, pero la gente, como de costumbre, mira hacia otro lado, cegada por el brillo de la comodidad. Se preguntan quién será el guardián de la base de datos, mientras que la pregunta real es quién necesitará el permiso del guardián para mirarnos.

Lo más sutil, lo más escalofriante, es la naturaleza del documento. No habrá una tarjeta de plástico con un chip, no, eso sería demasiado obvio. El Estado, con la astucia de un mago que te distrae con una mano mientras la otra te roba la cartera, ha decidido que el documento será un simple archivo digital que cada ciudadano debe imprimir y enmicar por su cuenta. La responsabilidad de la custodia se transfiere al individuo, pero el poder de la base de datos, el verdadero archivo, permanece en manos del Gobierno. El fantasma de la identidad queda en la nube, mientras el ciudadano camina con una hoja de papel en el bolsillo.

El piloto es solo el comienzo. La nueva CURP no es un simple documento, es el primer paso en un camino hacia una sociedad donde la identidad es un número en una base de datos. Una era donde el individuo se desvanece y solo queda el expediente. La pregunta ya no es si estamos seguros, sino si aún somos dueños de nosotros mismos.