La condena del 14 a 1
Por: El Proletario Felino
“La pobreza no es una falta de dinero; es una falta de opciones, una prisión sin muros.”
La Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) 2024 ha arrojado una cifra que, aunque no sorprendente, deberÃa resonar como un eco en cada rincón del paÃs: la clase alta en México gana, en promedio, 14 veces más que la clase baja. Esta estadÃstica no es un simple número; es la representación de un abismo, de una brecha que se profundiza con cada dÃa que pasa, y que condena a la mayorÃa de los mexicanos a una vida de lucha constante. No es solo una cuestión de riqueza; es una cuestión de dignidad, de acceso a oportunidades y, en última instancia, de justicia.
Un frÃo 14 a 1. Detengámonos un momento en la cifra y traduzcámosla a la realidad tangible. Significa que mientras unos viajan en autos blindados por autopistas privadas y sus hijos estudian en escuelas con bibliotecas que parecen castillos, otros se levantan antes del amanecer para abordar un transporte público saturado y ven cómo sus hijos luchan por aprender en escuelas con recursos limitados. La brecha no es solo salarial; es la diferencia entre el acceso a un sistema de salud de primer nivel y la agonÃa de esperar una consulta en una clÃnica pública. Es la diferencia entre tener un colchón de seguridad que te protege de la incertidumbre y vivir con el miedo constante de una enfermedad, un despido o una inundación que lo arrase todo.
La desigualdad se palpa en la calle, en los contrastes arquitectónicos de nuestras ciudades. ****. Se manifiesta en el tiempo perdido en el tráfico, en la contaminación que respiramos, en la falta de espacios verdes. Mientras unos se mueven con facilidad por la ciudad, otros están atrapados en ella, prisioneros de un sistema de transporte ineficiente que los aleja de las oportunidades laborales y educativas. Los datos de la ENIGH nos muestran una fotografÃa de la economÃa mexicana, y lo que vemos es un retrato de dos paÃses que coexisten en el mismo territorio, pero en realidades completamente diferentes.
Esta brecha no es un accidente de la economÃa. Es el resultado de un sistema que fue diseñado para perpetuar la desigualdad. Es un sistema que premia la concentración de la riqueza, que mantiene una brecha salarial brutal y que no ha logrado crear las condiciones para que la mayorÃa pueda ascender socialmente. Las polÃticas públicas a menudo se centran en paliar la pobreza, en lugar de atacar sus causas estructurales. Se dan subsidios en lugar de crear empleos dignos. Se hacen programas de asistencia social en lugar de invertir en educación de calidad para todos. La desigualdad es la manifestación de un contrato social roto. Para cerrar esta brecha, se requiere más que una simple redistribución de la riqueza; se necesita una transformación radical del sistema, una que ponga a la justicia y a la dignidad humana en el centro.
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