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La Tiranía del Propósito:

 ¿Estamos Condenados a la Búsqueda Eterna de una Felicidad 'Perfecta'?"

Escritor: El Gato Negro:



Desde mi atalaya de terciopelo, con la suspicacia innata de un felino que observa la futilidad de los humanos persiguiendo un puntero láser inalcanzable, he notado una tendencia curiosa. Parecemos estar en la era de la Gran Búsqueda, una suerte de cruzada personal e incesante por encontrar ese elusivo "propósito" o "pasión" que, según nos prometen, desvelará las puertas de la felicidad absoluta y la realización plena. En "Radio Cat Kawaii", El Gato Negro, su humilde servidor y Filósofo Irónico, no puede evitar levantar una ceja ante este fenómeno. ¿Es esta búsqueda una genuina aspiración humana, o se ha convertido en la nueva forma de presión social, una tiranía de la autoayuda que, paradójicamente, nos deja más ansiosos que iluminados? Prepare sus neuronas, porque vamos a desentrañar este laberinto de expectativas.

No se confunda: la idea de vivir una vida con sentido no es nueva; filósofos desde Aristóteles hasta Viktor Frankl han explorado la eudaimonia y la logoterapia. Lo que ha mutado es su comercialización y su escala, especialmente en el último par de décadas. La "industria del autodescubrimiento" es un gigante en auge. Datos de 2023-2024 estiman que el mercado global de la autoayuda (incluyendo libros, coaching, seminarios, aplicaciones y retiros) supera los 15 mil millones de dólares anuales, con proyecciones de crecimiento continuo. Hemos pasado de buscar la felicidad a "optimizarla", de vivir a "maximizar nuestro potencial". El mensaje es omnipresente: si no has encontrado tu 'porqué', si no estás 'vibrando alto', si no has transformado tu 'mentalidad de escasez', algo anda mal contigo. Este bombardeo constante, a menudo amplificado por las redes sociales y la cultura de los "influencers de bienestar", crea un escenario donde la autorrealización deja de ser un viaje personal y se convierte en una competición pública.

La paradoja es cruel: lo que se presenta como una vía hacia la plenitud puede, en realidad, generar una profunda ansiedad de rendimiento. Psicólogos y sociólogos están documentando este fenómeno. Cuando la felicidad y el propósito se convierten en mandatos (y en productos de consumo), aquellos que no los "encuentran" se sienten inadecuados, frustrados y culpables. No es suficiente ser feliz; hay que ser extraordinariamente feliz. No basta con tener un trabajo; debe ser una "pasión que arda en tu alma". Esta expectativa irreal sobre la vida y el trabajo puede llevar al agotamiento (burnout) por la constante autoexigencia, y a la disforia de propósito, un sentimiento de vacío o insatisfacción crónica por no haber alcanzado ese ideal inalcanzable. Se nos vende la idea de que la vida ordinaria, con sus altibajos, su rutina y sus momentos de simple tranquilidad, es de alguna manera insuficiente, una falla personal.

Piense en los libros de autoayuda que prometen "los 7 hábitos de la gente altamente efectiva" o "el secreto para manifestar tus sueños". Si bien muchos ofrecen herramientas valiosas para la disciplina y la introspección, el problema surge cuando se convierten en un dogma inflexible. La vida, queridos míos, rara vez se ajusta a manuales de instrucciones. La felicidad no es un destino al que se llega siguiendo una lista de pasos, sino una constelación de momentos y estados que se experimentan. El propósito, para muchos, no es una revelación épica que llega en una epifanía bajo una cascada, sino una acumulación gradual de pequeñas contribuciones, de conexiones significativas, de responsabilidades asumidas y de la aceptación de lo mundano. El psiquiatra y autor estadounidense Mark Manson ha criticado esta "mentalidad de mejora constante", argumentando que "la felicidad no se consigue con la persecución incesante de experiencias positivas, sino con el manejo de las experiencias negativas".

Además, el culto al propósito a menudo ignora las realidades socioeconómicas. Es fácil para un gurú de la autoayuda predicar sobre "dejar tu trabajo de 9 a 5 para seguir tu pasión" cuando no tiene que preocuparse por la hipoteca o la alimentación de su familia. Para la vasta mayoría de la población mundial, el "propósito" se manifiesta en la dignidad del trabajo duro, en el cuidado de los seres queridos, en la construcción de comunidades, en la mera supervivencia. No todas las vidas pueden o necesitan ser un "emprendimiento disruptivo" o una "marca personal". Hay una belleza y un valor inmenso en el artesano que perfecciona su oficio, en el educador que inspira a sus alumnos, en la persona que simplemente es una buena vecina. Reducir la plenitud humana a una búsqueda de grandeza prefabricada es, en sí mismo, un acto empobrecedor.

Entonces, ¿cuál es la lección que El Gato Negro, con su sabiduría ancestral, les susurra al oído? Quizás la verdadera "búsqueda" no sea la de un propósito singular y grandioso, sino la de la aceptación radical de la complejidad de la vida. Quizás el propósito no sea algo que se "encuentra" fuera de uno mismo, sino algo que se construye y se vive en cada interacción, en cada momento de presencia, en la aceptación de la imperfección y en la celebración de lo ordinario. Es como un gato: no busca un propósito más allá de la caza del rayo de sol, el ronroneo en el regazo o el acto de estirarse. Su existencia es su propósito. Tal vez la libertad no radique en desenterrar un destino preescrito, sino en la capacidad de definir nuestro propio significado, de encontrar valor en las pequeñas batallas y las victorias silenciosas. Al final del día, la felicidad no es una cumbre a alcanzar, sino el aire que respiramos mientras ascendemos, a veces por caminos inesperados. Y eso, queridos lectores, es una verdad mucho más liberadora que cualquier manual de autoayuda.