¿El Futuro del Bienestar?
Por Whisker Wordsmith © Radio Cat Kawaii
El siglo XXI nos está lanzando curvas que ni la mejor bola rápida podría esquivar. La automatización está transformando el trabajo, la desigualdad se ensancha y muchos viven con la constante sensación de que el suelo se mueve bajo sus pies. En medio de este caos, una idea radical resurge con fuerza: el Ingreso Básico Universal (IBU).
¿Qué es el IBU?
Imagina recibir una lana cada mes, sin importar si chambeas o no. Esa es la idea del IBU: un pago regular para todos los ciudadanos, llueva, truene o relampaguee. Lo que antes sonaba a utopía, hoy se ve como un posible salvavidas para las economías desarrolladas.
¿Por qué el IBU está en boca de todos?
La rebelión de las máquinas: La automatización amenaza con dejarnos sin chamba. El IBU podría ser el colchón para los afectados.
La brecha se hace abismo: La desigualdad económica está alcanzando niveles de película de ciencia ficción. El IBU podría ser un intento de redistribuir la riqueza.
Trabajando al día: Cada vez más personas viven con la incertidumbre de un empleo precario. El IBU daría algo de estabilidad.
Bienestar simplificado: El sistema actual de ayudas sociales es un laberinto burocrático. El IBU podría ser una forma de hacerlo más eficiente.
Chispa creativa: Con el IBU, la gente tendría la seguridad de perseguir sus sueños, emprender o dedicarse a actividades que aporten a la sociedad.
Los experimentos:
Varios países ya han hecho sus pininos con el IBU. En Finlandia, un experimento de dos años mostró que la gente se sentía menos estresada y más optimista, aunque no necesariamente más chambeadora. En Canadá, un estudio de los 70 mostró que el IBU redujo la pobreza y hasta las visitas al hospital.
El debate:
El IBU no se libra de la polémica. Algunos temen que la gente se vuelva floja y que el país se vaya a la quiebra. Otros argumentan que es una inversión necesaria para el futuro.
El costo:
Ponerle números al IBU es un dolor de cabeza. En Estados Unidos, se estima que un IBU de 12,000 dólares por adulto costaría una millonada. La pregunta del millón es: ¿quién paga la factura? Hay propuestas de subir los impuestos a los ricos, crear nuevos impuestos o reasignar fondos de programas sociales existentes.
Más allá del dinero:
El IBU también plantea preguntas filosóficas. ¿Tenemos derecho a un ingreso básico? ¿Cómo cambiaría nuestra relación con el trabajo? ¿Qué haríamos con nuestro tiempo si no tuviéramos que preocuparnos por el dinero?
Conclusión:
El IBU es un tema que llegó para quedarse. Aunque su implementación presenta grandes desafíos, también ofrece la posibilidad de construir una sociedad más justa y preparada para los retos del siglo XXI.

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