Por Qué una Vaca Marina de 21 Millones de Años Demuestra la Grotesca Permanencia de las Funciones Vitales
He de confesar que la "novedad" es la estafa más vieja del universo. Que hayan hallado una especie de vaca marina de 21 millones de años en Qatar, haciendo exactamente lo mismo que sus parientes actuales —remodelar el fondo marino—, no es un descubrimiento; es un zasca cósmico a nuestra manía de creer en el progreso. Nos encanta el drama de la ficción, pero la realidad, esta vez, nos da una lección de Permanencia Grotesca. 🗿🌊
El cerebro humano, saturado de ciencia ficción y avances acelerados, se siente estafado por la Ley del Patrón Inmutable. Esperamos que 21 millones de años generen algo radicalmente distinto, pero esta criatura —un dugongo prehistórico— nos susurra que la función vital (comer y transformar el entorno) tiene una fecha de caducidad indefinida. La realidad, esta vez, es menos emocionante que el titular: una criatura ancestral solo reafirma que, a pesar de las extinciones y los cambios climáticos, la arquitectura biológica del ecosistema es increíblemente conservadora.
El verdadero valor de este hallazgo no es paleontológico, sino filosófico: nos recuerda la humildad de que nuestros problemas modernos y nuestras ansiedades existenciales probablemente se repitieron con patrones idénticos en cualquier civilización anterior. El hecho de que este animal siguiera el mismo patrón que sus descendientes es una burla temporal a nuestra presunción de la originalidad. Nos demuestra que lo que llamamos "progreso" es solo la repetición con diferente disfraz, y que la naturaleza, en sus necesidades básicas, es la más aburrida de las guionistas.
Si te asombras más por el descubrimiento de una criatura ancestral que repite la misma función que por la permanencia de las fallas sociales y humanas a lo largo de la historia, ¿cómo esperas que la verdad de la repetición infinita no te obligue a confrontar la futilidad de tu propia existencia?

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