El Ojo del Cronista: El Juicio Final de la Certeza
La física que conocemos, la que dicta la caída de la manzana y el ritmo de los trenes, no ha sido derrocada; ha sido sometida a juicio por su propia ingenuidad. Ella creyó en la verdad unívoca, en la certeza cartesiana de que existe una realidad allá afuera, sólida y blindada, esperando ser medida. El Cálculo de lo No Dicho (la mecánica cuántica) no ha venido a corregir un error; ha venido a destruir la base ética de la medición. La revelación no es técnica, es gnoseológica: la realidad no existe sin su observador.
El corazón de este desasosiego existencial reside en la paradoja del Telar Hipnótico de la Posibilidad (la función de onda). Antes del Acto de Coerción (la medición), una partícula es todo lo que puede ser; es un fantasma de infinitas posibilidades, una sombra de Heráclito que es y no es al mismo tiempo. Al forzar la medición, el observador no registra una realidad preexistente; la colapsa desde su estado onírico de superposición hacia una sola manifestación tangible. ¿Es este colapso un evento físico o una urgencia psicológica?
La respuesta reside en la tensión filosófica inherente: la consciencia colectiva, esa masa de necesidad neurótica por la certeza, es incapaz de tolerar la ambigüedad. La realidad, a nivel cuántico, es el reino del devenir nietzscheano; es la voluntad pura. Y es la Sombra del observador (nuestra incapacidad para vivir sin la ley) la que impone el orden. El colapso del mundo es, en esencia, la tiranía de nuestra mente sobre el cosmos. Al negar el caos de la superposición, no salvamos la física; obligamos a la realidad a manifestar el arquetipo de la Ley. El mundo no se desmorona; lo sometemos para que no nos haga sentir la profunda melancolía de la incerteza.
Dentro de cincuenta años, la física cuántica ya no será una herramienta de medición, sino el Sistema Operativo de la realidad. El entendimiento final del universo como un sistema que requiere de la consciencia para solidificarse llevará a la Ley del Colapso Temático (LCT): Si el mundo es un reflejo de nuestra psique colectiva, entonces el destino de la realidad será la consumación de nuestra neurosis social. El futuro no será un colapso físico, sino la Tiranía del Observador Subjetivo, donde la realidad se fractura en tantas versiones como voluntades políticas o económicas existan, eliminando cualquier base común de la verdad.
¿Es la Consciencia Humana la última y más elevada manifestación de la materia o es solo la trampa gnoseológica que nos condena a la servidumbre de la certeza fabricada?

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