📰 La Peste Interior: La Falla del Absurdo y el Lenguaje del Poder Ante la Condena Propia
El cáncer de páncreas, dada su naturaleza silenciosa y tardía en la detección, es la prueba definitiva de la ceguera humana. La vida es una negociación constante con el caos, pero esta enfermedad es el momento en que el caos gana de forma inapelable. ¿Cómo se responde a lo que no tiene sentido? La medicina responde con la burocracia, con el Lenguaje del Poder. El diagnóstico se transforma en una serie de términos fríos: "adenocarcinoma," "etapa IV," "protocolo de paliación." Estas palabras no comunican la agonía; simplemente administran el terror, imponiendo un Silencio Administrado sobre la verdad fundamental: la propia finitud.
El enfermo se convierte instantáneamente en el Monopolio de la Víctima dentro de su círculo, pero también en el chivo expiatorio de su propia biología. La desesperación colectiva es, en realidad, la proyección de la fragilidad que todos temen. El enfermo es el recordatorio físico de que la ciencia, la dieta, el control o la planificación no ofrecen inmunidad. Y la sociedad, incapaz de lidiar con esa verdad, le exige al paciente que se convierta en un "guerrero" o que mantenga una "actitud positiva." Esto no es apoyo; es una exigencia moral para que el enfermo minimice el trauma de los observadores.
El Lenguaje del Poder se apodera de la narrativa. No se dice "El páncreas ha fallado"; se dice "Hemos agotado todas las líneas de tratamiento." El lenguaje se vuelve eufemístico y técnico, precisamente para evitar la confrontación directa con la Guerra Civil Interior y la derrota. El "debe saber" que ofrecen los reportajes es solo un conjunto de datos que sirven como un fetiche de control: si sé, quizás pueda vencer. Pero esta enfermedad, con su pronóstico brutal, aniquila la noción de que el conocimiento garantiza la supervivencia.
La persona es lanzada a la soledad radical del Absurdo, donde su cuerpo se ha declarado enemigo, y el sistema solo ofrece un guion de "batalla" que, cínicamente, sabe que está perdida. El acto de "saber" se convierte en la única forma de protesta: la persona sabe que no puede controlar la enfermedad, pero puede controlar la forma en que se enfrenta a esa falta de control.
La sentencia final, filtrada con el cinismo existencial que revela la tragedia, es que este fenómeno demuestra la fatalidad lógica: el cáncer de páncreas es la expresión biológica más cruel del Absurdo de la existencia humana. La única información verdadera que se debe saber es que, ante la Peste, la civilización solo ofrece un Lenguaje del Poder que enmascara el Silencio Administrado de la muerte.
Si el conocimiento sobre la enfermedad no puede alterar el desenlace biológico, ¿el intento obsesivo de "saber" sobre el cáncer es un noble acto de rebelión contra el Absurdo, o es simplemente una sumisión final al Silencio Administrado de la medicina, que vende la ilusión del control hasta el último momento?

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