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La 'No-Grata' y el Asilo: Por Qué la Crisis entre México y Perú es un Absurdo de Espejos Rotos



Permítanme ser brutalmente directos: si usted cree que la declaración del Congreso de Perú de "persona non grata" a la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, es por una genuina preocupación sobre la no-intervención, usted necesita una limpieza de ojos. Esto no es política exterior; es teatro de sombras y una manifestación clásica de la rivalidad mimética que devora la política latinoamericana.

El gobierno mexicano ha rechazado la medida del Congreso peruano bajo el argumento de que está motivada por "planteamientos falsos" y ha defendido el asilo otorgado a la ex primera ministra Betssy Chávez como un acto apegado al derecho internacional. México tiene razón en lo diplomático: el asilo es un derecho humanitario que, por tradición, no debe ser considerado un acto hostil.

Pero el problema real es que ambos países están atrapados en una guerra de narrativas donde la verdad es la primera víctima, al estilo Orwell.

El absurdo aquí es doble:

  1. La Jerarquía Moral: El Congreso peruano, con un índice de aprobación históricamente bajo y bajo la sombra de la crisis que llevó a la destitución de Castillo y Boluarte, necesita desesperadamente un chivo expiatorio externo. Declarar "non grata" a la presidenta de una potencia regional como México es un acto de autofirmación interna. La jugada no es para castigar a México; es para unificar a una base política fracturada bajo la bandera de la "dignidad nacional" violada.

  2. La Doctrina y el Espejo: La postura mexicana, por su lado, se basa en la Doctrina Estrada (no intervención). Sin embargo, al calificar la destitución de Pedro Castillo como un "golpe blando" (una postura heredada de la administración anterior) y dar asilo a sus aliados, México cruza la delgada línea entre el principio diplomático y la interpretación política del conflicto interno peruano. Para Perú, esto se lee como un juicio moral, no como un acto humanitario.

La verdad que nadie quiere admitir es que las relaciones bilaterales están totalmente secuestradas por los conflictos internos de cada nación. México usa la crisis para reafirmar una postura ideológica de defensa de gobiernos progresistas; Perú usa a México para desviar la atención de su propia inestabilidad institucional. Es una danza de espejos rotos donde cada uno proyecta sus propios fracasos en el rostro del otro.

La declaración de "non grata" es, en esencia, una farsa simbólica. Dado que Perú ya rompió relaciones diplomáticas a nivel de embajadores tras el asilo a Chávez, la presidenta Sheinbaum ya no tiene presencia física ni diplomática que expulsar. Es un golpe al aire.

Lo grave no es la etiqueta; es la erosión de la cooperación. México y Perú son socios clave en la Alianza del Pacífico. Este conflicto, que es más personal y político que diplomático, pone en riesgo acuerdos comerciales, colaboración en seguridad y el futuro de una región que necesita pragmatismo, no ideología.

La conclusión que emerge del análisis de este sainete diplomático, con el cinismo de Carlin y la lucidez de Camus, es que ambos gobiernos están priorizando la ganancia política de corto plazo (el headline mediático y la reafirmación ideológica) por encima del interés estratégico de largo plazo de sus naciones.

La crisis terminará cuando la farsa cumpla su propósito político interno y se decida que el pragmatismo vale más que el show mediático. Hasta entonces, la dignidad nacional será un hashtag más en la arena política.


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