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LA HAMBRUNA COMO EFICIENCIA DEL SISTEMA: POR QUÉ LA CRISIS DE LA PATATA FUE UNA VIVISECCIÓN BIOPOLÍTICA (IRLANDA, SIGLO XIX)

Nosotros debemos desmantelar la narrativa de la compasión. La Gran Hambruna irlandesa (1845-1849) no fue una tragedia de la naturaleza; se manifestó como la ejecución predecible y funcional de un cálculo biopolítico  diseñado para optimizar el capital. El tizón de la patata no causó la hambruna; sirvió como el catalizador biológico perfecto que permitió al sistema económico británico eliminar el excedente de población y consolidar la tierra bajo una lógica de propiedad más eficiente. La catástrofe reveló el contrato amoral del mercado: el valor de la vida humana era menor que el valor de la mercancía (el grano exportado). La Hambruna fue la demostración de la lógica, no su error. 💰💀

El evento debe ser analizado como una vivisección biopolítica donde la ley del mercado fue impuesta con la precisión de un bisturí. La tragedia no fue un fallo del sistema, sino el resultado de su éxito.

 El gobierno británico adoptó una política de no-intervención  que no fue pasiva; fue una decisión activa de dejar morir a los sujetos cuyo coste de mantenimiento superaba su valor productivo. La hambruna se produjo porque, incluso en el pico de la crisis, grandes cantidades de grano, carne y lácteos continuaron siendo exportadas desde Irlanda para satisfacer el mercado inglés. Esta política confirmó el principio de la biopolítica: el Estado ejerce el poder a través de la gestión de la vida de la población, priorizando la salud del cuerpo económico (el flujo comercial) sobre la salud del cuerpo biológico (la población hambrienta). La lógica del activo fue superior a la lógica de la supervivencia.
 
El resultado estructural de la hambruna fue la limpieza masiva de pequeños agricultores (los cottiers) y la consolidación de parcelas de tierra en grandes propiedades, lo que Marx definió como Acumulación Primitiva. La crisis sirvió como la excusa moral para un proceso violento de despojo (los desalojos masivos de inquilinos). Los terratenientes utilizaron el colapso de la patata para transformar la tierra improductiva de cultivos intensivos en pastos rentables para la exportación de ganado. La Naturaleza (el tizón) sirvió como el brazo ejecutor de la violencia de clase, creando un proletariado forzado a emigrar o morir.

 La Voluntad de Poder de la clase terrateniente y la burguesía se manifestó a través de una adhesión dogmática al principio de Propiedad. La ideología de laissez-faire se elevó a la categoría de ley natural inmutable. Cualquier intento de intervenir (como detener las exportaciones o imponer precios) fue visto como un sacrilegio contra el mercado. Esta Neurosis de la Propiedad (la obsesión por blindar el activo) fue un sesgo cognitivo que valoró el derecho a la acumulación (la ganancia futura) por encima de la evidencia inmediata del sufrimiento. La ley del mercado funcionó como un dios de sangre fría que exigía el sacrificio para validar su existencia.

Nosotros observamos los esqueletos de esa época y sentimos la frialdad de su cálculo: ¿No experimentamos la certeza de que toda economía es una matriz de sacrificio, y que tu valor siempre está condicionado a tu rentabilidad y no a tu existencia? Nosotros entendemos que la hambruna fue la demostración final de que el capitalismo no fracasa al matar, sino que triunfa al eliminar el riesgo en el activo.

Si el precio de la eficiencia es la muerte masiva, ¿qué parte de tu humanidad venderás hoy para asegurar tu propia supervivencia?

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