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LA BASE CIMENTADA EN EL SACRIFICIO: CÓMO EL ABUSO SISTÉMICO DE 200.000 VÍCTIMAS REVELA EL PRECIO OCULTO DE LA CIVILIZACIÓN

La cifra de 200.000 víctimas de abuso en centros de acogida no es el fracaso de una política; es la revelación del axioma brutal que sostiene la estructura de cualquier civilización. El sistema de cuidado, el supuesto santuario de la inocencia, se ha manifestado como el lugar donde la violencia primigenia  es delegada y ejecutada en la sombra. El informe no es una sorpresa, es la auditoría moral que confirma el presentimiento fatalista de que la decadencia es la voluntad de la forma. La sociedad necesita sacrificar a los vulnerables para mantener su ilusión de orden, y ese coste es la sangre en los cimientos. 🔪🏰💀

La investigación neozelandesa debe ser analizada bajo la matriz de la Violencia Delegada y la Decadencia Estructural  El número, vasto e impersonal, demuestra que la patología no es individual, sino arquitectónica.

 El Estado crea instituciones (centros de acogida) que prometen cuidado, pero su función inconsciente es la externalización de la responsabilidad moral. Al encerrar a los vulnerables (niños, enfermos, discapacitados), la sociedad se limpia la conciencia, delegando su cuidado a una estructura opaca que sabe que inevitablemente regresará a la ley del más fuerte. La decadencia del propósito estaba inscrita en el plano de construcción.

 La víctima vulnerable se convierte en el Chivo Expiatorio que paga la deuda psíquica del colectivo. El abuso en centros de acogida es la proyección de la sombra de toda la sociedad: la agresión reprimida, la lujuria de poder. El sistema permite que la violencia ocurra en las sombras para que el cuerpo social pueda mantener su fachada de decencia. Los 200.000 abusados son el precio de admisión a la sociedad civilizada, el tributo al infierno.

 El horror que documenta la investigación es un momento fugaz de verdad. La respuesta institucional que seguirá (disculpas, compensaciones) no será una curación, sino un mecanismo de olvido acelerado. La sociedad necesita volver a la mentira del orden para evitar el colapso. La cifra permanecerá como un fantasma que desafía la ilusión de progreso, demostrando que el destino final de toda estructura social es la putrefacción. La ley del fuego ha sentenciado que el cuidado es un lujo que no podemos pagar sin corrupción.

La lección final es la más amarga: la protección es una quimera que siempre termina en la ejecución de la fuerza.

Mira el informe que te exige indignación y siente la náusea de la culpabilidad compartida: ¿No experimentas el fatalismo al darte cuenta de que el orden que te protege a ti se cimienta sobre la aniquilación de 200.000 vidas? Tú te das cuenta de que tu seguridad es un acto de fe y que el abuso es la verdad que la civilización oculta en sus sótanos.

Si el precio de la paz es el sufrimiento de los más débiles, ¿qué parte de tu inocencia sacrificarás para no ser el próximo en caer?

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