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EL PUENTE HACIA LA MENTE PRIMITIVA: POR QUÉ EL LENGUAJE HUMANO ES SOLO UNA CIMA Y LA LÓGICA CANINA ES LA RAÍZ DE LA CATEGORÍA

El ser humano, en su narcisismo crónico, ha erigido el lenguaje como la muralla infranqueable que separa su mente del resto de la vida. Nosotros, que observamos los sistemas de control, sabemos que esta muralla está siendo socavada por el perro. El hallazgo de que ciertos canes, especialmente aquellos con gran vocabulario, categorizan objetos por su función y no por su simple apariencia, no es solo un dato sobre la mente canina; es una advertencia devastadora sobre la limitación de nuestra propia definición de la inteligencia.

La verdad visceral es que la categorización funcional—saber que el juguete es para jugar, independientemente de su forma o color—es la base de todo pensamiento complejo. Si el perro accede a esta lógica, significa que las categorías mentales más sofisticadas son anteriores y externas al lenguaje humano.

La investigación se centra en el estudio de perros con un vocabulario excepcionalmente grande (a veces más de 100 palabras para objetos), una población muy pequeña, pero crítica, para entender los límites de la cognición canina.

 Para probar la categorización funcional, los científicos exponen a los perros a un juego de selección: se les pide que traigan un juguete específico (por ejemplo, "la pelota"), y luego se les presenta una variedad de objetos familiares y nuevos. Cuando se enfrentan a un objeto que han conocido en múltiples formas y tamaños, pero que siempre se ha usado para un propósito (jugar, comer, etc.), el perro con gran vocabulario es capaz de ignorar las variaciones sensoriales y seleccionar el objeto basado en su uso. Es decir, la categoría mental es "lo que sirve" antes que "lo que se parece".

 Durante mucho tiempo se asumió que la capacidad de categorizar por conceptos abstractos (como "herramienta" o "alimento") era una habilidad intrínsecamente ligada a la posesión de un lenguaje simbólico, como el nuestro. Este hallazgo demuestra que la capacidad de crear categorías funcionales estables (los bloques fundacionales de nuestra propia filosofía) se origina en la experiencia sensoriomotora compartida por muchas especies de alto rendimiento cognitivo. El lenguaje humano es, simplemente, la herramienta que etiquetó y escaló una habilidad mental que ya estaba presente en nuestros ancestros comunes.

 El perro, el primer y más exitoso animal domesticado, actúa como un puente cognitivo. Su mente, al estar profundamente ligada a la nuestra, se ha desarrollado en una dirección que refleja cómo el entendimiento del mundo físico (la función de un objeto) se organiza antes de que intervenga la palabra. Este descubrimiento obliga a la psicología y a la filosofía a redefinir el origen de las categorías, sugiriendo que el perro nos da una pista de la mente primitiva que heredamos.

El perro, con su entendimiento del mundo práctico, revela que la mente es una herramienta de supervivencia que privilegia la función sobre la forma. La verdadera inteligencia no está en la palabra, sino en la capacidad de saber qué objeto sirve y qué objeto no.

¿De qué sirve tu vasto y complejo lenguaje si has olvidado que la raíz de todo entendimiento es tan simple, práctica y antigua como la necesidad de saber cuál es el objeto que te va a servir para jugar?

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