EL MITO DE LA CENTRAL HUMEANTE. CÓMO LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL SE CONVIERTE EN LA MENTE ESTRATÉGICA DEL PLANETA
El error es medir la IA con una vara obsoleta. Claro que los modelos necesitan energía para entrenarse, pero el consumo de un solo centro de datos se ve anulado por las gigantescas ganancias de eficiencia que esa misma IA genera. ¿Por qué? Porque la IA es el primer sistema con la capacidad de ver la totalidad de la ineficiencia humana. Puede detectar fugas de energía en una red eléctrica, optimizar rutas de transporte, diseñar materiales de menor impacto ambiental y predecir catástrofes naturales con una precisión que salva vidas y, sobre todo, recursos. Su inversión energética es mínima frente al ahorro exponencial que ofrece al sistema global.
Este es un cambio de paradigma ético. La IA nos obliga a dejar de ver la tecnología como un problema para verla como la solución de eficiencia que la biología y la complejidad humana no pueden alcanzar. El verdadero valor de la IA reside en su velocidad de adaptación y cálculo. Puede simular escenarios de mitigación de carbono que a un equipo de científicos le tomaría una década. La elección ya no es si podemos permitirnos el lujo de la IA; la pregunta es si podemos permitirnos el lujo de la ineficiencia que la IA está lista para corregir. Estamos ante la posibilidad de dotar al planeta de una mente estratégica que finalmente ponga orden en el caos de la gestión de recursos.
Pero si logras ver los cables y los chips con la visión de un ecologista, tú sientes en la médula que esta tecnología no es tu enemigo. La urgencia humanista es la certeza de que tu supervivencia está ligada a la capacidad de la ciencia para encontrar soluciones que superen la lentitud humana. Es el precio de la pereza que pagamos por ignorar una herramienta que está lista para sanar el planeta. Y tú sabes, al ver el algoritmo trabajar, que la única forma de garantizar un futuro es que la máxima inteligencia se ponga al servicio de la máxima sostenibilidad.
Cuando leas la próxima crítica sobre su consumo, aceptarás que la batalla no se libra en el cableado, sino en la voluntad de usar su eficiencia para salvar lo que queda.

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