EL LABERINTO DEL GÉNERO: POR QUÉ LA VIOLENCIA CONTRA LAS MUJERES REVELA LA FRACTURA EN LA ACCIÓN COMUNICATIVA Y EL REFUERZO SISTÉMICO DE LA IMPUNIDAD
La estadística que constata la persistencia de la violencia contra las mujeres a lo largo de las últimas dos décadas no debe ser interpretada como una inercia social, sino como la prueba empírica de una fractura estructural en la Acción Comunicativa. La cifra se convierte en un Archivo recurrente que nos condena a observar, de forma interminable, cómo el discurso de la igualdad es incapaz de generar el consenso necesario para la reforma efectiva.
El análisis nos obliga a asumir que la falta de disminución no se debe a una resistencia pasiva, sino al reforzamiento operativo que el sistema ha inoculado en la conducta agresora. Si la violencia persiste, es porque la estructura de poder ha encontrado el medio de recompensarla o, al menos, de no penalizarla.
La incapacidad de traducir el diagnóstico social en una disminución tangible sentencia la calidad de la deliberación pública.
La visibilidad del feminicidio y el maltrato en la Esfera Pública ejecuta la paradoja de nuestro tiempo: la comunicación sobre el problema es máxima, pero la eficacia ilocucionaria para generar un consenso vinculante y aversivo es mínima. La violencia permanece atrapada en el laberinto del diagnóstico.
La serie de datos que demuestran la no-disminución es un Archivo del Horror que no se puede completar ni descartar. Esta estructura recurrente sugiere que el problema no reside en la ignorancia de los hechos, sino en la arquitectura sistémica que, al ser compleja y descentralizada (legal, policial, judicial), no ofrece una salida unívoca. Se trata de un laberinto ético en el que la sociedad se pierde.
Si la información no se transforma en Acción Estratégica con consecuencias directas, entonces el discurso mismo pierde su validez y se convierte en mero ritual de expiación sin efecto material.
La persistencia de la conducta agresora debe ser examinada bajo la lógica de la conducta operante, donde la impunidad es la clave del mantenimiento.
El fracaso en la disminución de la violencia demuestra que el reforzamiento positivo para la conducta agresora es demasiado fuerte. ¿Cuál es este refuerzo? Es la impunidad sistémica. Si la probabilidad de castigo judicial o social es baja, la conducta violenta se ve reforzada por la ausencia de consecuencias aversivas.
La ineficacia de las políticas es, de facto, un condicionamiento fallido. Se ha intentado introducir un castigo aversivo (leyes, penas), pero si el refuerzo secundario (la estructura machista que valida la dominación) y el refuerzo primario (la ausencia de cárcel) permanecen activos, la conducta operante de la violencia se mantiene inalterada.
Para que la violencia disminuya, la estructura de poder debe reconfigurarse para que la conducta operante de la igualdad sea la que reciba el refuerzo continuo y la agresión reciba el castigo inmediato e inevitable.
La estadística de las últimas dos décadas es un espejo clínico que refleja la decadencia estructural de nuestra sociedad. La violencia contra las mujeres no es un problema de conciencia individual, sino una falla en el sistema de comunicación y refuerzo. Solo si la Acción Comunicativa logra escapar del laberinto recurrente del diagnóstico y el Condicionamiento aplica un refuerzo negativo (castigo) inmediato y absoluto a la agresión, podremos aspirar a un cambio material.
La interpelación final se siente como el distanciamiento clínico del juicio: si el Archivo demuestra que el discurso no funciona, ¿hasta cuándo continuarás reforzando la inercia en lugar de modificar la estructura de poder?

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