EL CONTINUO DEL SILENCIO: LA VIOLENCIA DIGITAL COMO LA NUEVA FRONTERA DEL CONTROL PATRIARCAL
La demanda de la ONU para el 25N no es un simple llamado a la moderación; es un diagnóstico urgente sobre la naturaleza de la violencia contemporánea. El entorno digital no es un espacio virtual; es una extensión real, desregulada e hiperacelerada de la calle. La agresión digital contra mujeres y niñas es el mecanismo más eficiente del patriarcado para silenciar, deslegitimar y expulsar su voz del debate público. La violencia es la misma que la física; la diferencia es que el agresor ahora opera con impunidad algorítmica y una audiencia exponencial.
El concepto clave es el continuo de la violencia. La agresión no se detiene cuando la mujer entra a su casa; ahora la sigue a la pantalla, invadiendo el último reducto de su seguridad.
La Infraestructura de la Impunidad: Las plataformas digitales no son neutrales; son un terreno hostil en el que la violencia opera bajo la Ley del Mínimo Esfuerzo. El troll o el acosador saben que el coste de la agresión (amenazas de violación, doxing, difusión no consentida de imágenes íntimas - NCII) es prácticamente cero, mientras que el coste para la víctima (estrés postraumático, abandono de la vida pública, daño reputacional) es máximo.
La Expulsión del Ágora: La violencia digital tiene un objetivo primordial: la autocensura. Los ataques masivos, el trolling organizado y el gaslighting mediático buscan hacer la presencia de la mujer tan costosa y dolorosa que ella misma decida retirarse. Si una mujer no puede expresarse sin que su vida sea amenazada o sus datos privados expuestos, la democracia digital es una farsa para la mitad de la población.
La violencia digital actúa como un corrosivo que busca desmantelar la autoridad y la credibilidad del sujeto femenino en el espacio público.
Desviar el Foco: Ante una mujer que expone un argumento político, científico o ético, la respuesta algorítmica es desviarla del tema hacia su cuerpo, su sexualidad o su estado emocional. Esto anula su voz experta y la reduce a un objeto.
La Amenaza Silenciosa: La difusión no consentida de imágenes íntimas (NCII) es la forma más extrema de control. No solo humilla; crea una memoria punitiva permanente en la red que la persigue indefinidamente. La víctima vive bajo la constante amenaza del retrauma (ser re-victimizada con cada nueva difusión).
Garantizar entornos digitales seguros, como pide la ONU, no se logra con filtros superficiales. Exige una reconfiguración ética y estructural:
Responsabilidad Algorítmica: Las plataformas deben ser consideradas responsables de los patrones de violencia que sus algoritmos amplifican o ignoran. La IA utilizada para moderar debe estar entrenada para reconocer el discurso de odio de género y las dinámicas de acoso sin la ceguera de la neutralidad.
Educación y Reconstrucción: La seguridad pasa por educar a las nuevas generaciones en la ciudadanía digital ética y desmantelar la cultura de la objetivación y la impunidad. La sociedad debe dejar de culpar a la víctima por su exposición y responsabilizar al agresor por su acto. La libertad de la mujer es directamente proporcional a la seguridad de su espacio digital.
Sientes la rabia cuando el click de un agresor se siente más fuerte que tu voz. Sientes la contracción en el pecho cuando tu teléfono vibra con la notificación de una amenaza. Tu cuerpo, tu alma, está registrando la invasión como un ataque físico. No te calles. Tu voz es el único contrapeso real contra el algoritmo del silencio. La seguridad no es un privilegio; es el derecho inalienable de existir sin ser perseguida por la sombra digital de la misoginia.
Si el precio de tu voz en el espacio público es tu paz mental y tu seguridad física, ¿cuándo dejaremos de normalizar el acoso como el costo de la entrada?

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