La Séptima Condena del Caribe: El Mar es solo el Escenario de una Mentira Fría
El mar, inmenso y trágico, se convierte en el escenario donde se ejecuta una Autoridad fría. El sistema de gobernanza no busca la paz; busca el Control perpetuo de la ruta. El Poder, en su esencia más cínica, no tiene interés en que el narcotráfico desaparezca, sino en que permanezca latente, útil. La amenaza constante de la droga es la coartada perfecta, la Fricción Arquetípica que legitima el despliegue del músculo militar y consolida la posición hegemónica. El verdadero botín no son las joyas o la cocaína: es la soberanía del horizonte.
La ley, que debería ser la garantía de la justicia, se revela aquí como un simple vehículo de la fuerza. La Tensión legal se disuelve cuando un misil interviene en aguas que son, teóricamente, comunes. Se nos vende el acto como una defensa necesaria, pero es en realidad una Estrategia de Dominación. Se ataca al pequeño para enviar un mensaje al grande, asegurando que el eco de la explosión resuene en los despachos de los otros poderes.
Esta es la paradoja más cruel: la intervención militar, en su rigidez, garantiza la supervivencia del problema. Al destruir un eslabón, se eleva el riesgo y, por ende, el precio del producto. La Economía de la guerra contra las drogas es una máquina de desacoplamiento: mantiene el flujo de capital negro en movimiento y justifica el presupuesto que debe perseguirlo. El problema nunca se resuelve; solo se gestiona para la máxima rentabilidad de la Tensión.
En el fondo de esta violencia cíclica y programada, está el individuo, la pobreza que ignora la Coherencia moral y solo busca la supervivencia. Los ataques militares son un Mecanismo de Causa-Efecto que ignora el dolor y la miseria de las islas. Las soluciones de fuerza son ciegas a la Antropología del conflicto, garantizando que el ciclo de miseria se renueve, y con él, la justificación para el próximo ataque.
Y así, el drama se repite. La fragilidad de la embarcación contra la precisión del poder. El mar indiferente se traga la evidencia. La Sentencia Ineludible no es para el traficante; es para el espectador que se ha acostumbrado a este ritual vacío:
El poder jamás resuelve un problema que le es esencial para mantener su propia Autoridad.
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