El Fuego en la Ceniza

Por: El Maestro del Fuego y la Ceniza


"Hay crímenes que no se cometen con espada o veneno, sino con el silencio de una sociedad y el olvido de un gobierno."

 


Entrar a la exposición no es un acto de simple curiosidad, sino un paso hacia un laberinto de dolor. Cada pasillo, cada luz, cada susurro en la oscuridad es un eslabón de una cadena que ata a la inocencia. Aquí, el arte deja de ser una mera representación para convertirse en un bisturí que disecciona la realidad. En esta catedral de sombras y luces, se nos confronta con la verdad más cruda: la niñez mexicana se casa, no por amor, sino por un contrato social y una sentencia que se cumple con el primer “sí”.

El matrimonio infantil no es una tradición; es la ceniza de una promesa rota. La promesa de una infancia llena de juegos, de sueños y de libros. En lugar de eso, la exposición nos muestra rostros que no son de niñas, sino de mujeres-niñas, con miradas sabias de dolor y manos que deberían sostener muñecas, pero que en cambio sostienen la carga de una familia. La instalación usa testimonios, datos y objetos, como pequeños vestidos de novia que se desintegran en cenizas, para obligarnos a ver la tragedia en su forma más pura. No se trata de una estadística lejana, sino de la historia de una persona real, con su nombre y su dolor.

La exposición es una narrativa de denuncia al estilo de Dickens, detallada, cruda y sin concesiones. Nos enseña que las niñas que se casan a los 12 o 13 años no lo hacen por un rito ancestral, sino por una crisis económica, una herencia de pobreza o la simple indiferencia de un sistema. Es un fuego que consume la inocencia de una manera tan silenciosa que a menudo pasa desapercibido.

Pero la exposición no es solo una denuncia, es un llamado a la acción. Es un fuego que arde para que la ceniza se levante en forma de nueva ley. La belleza de la instalación radica en que nos da las herramientas no solo para comprender el problema, sino para ser parte de la solución. Cada rostro proyectado, cada susurro escuchado, nos exige una respuesta, un compromiso.

El arte, en este caso, se convierte en un motor de cambio. Un catalizador para que los legisladores, la sociedad y cada uno de nosotros, tomemos una postura. Porque el matrimonio infantil no se combate con estadísticas, sino con historias; no se sana con discursos, sino con leyes y acciones que pongan fin a este infame contrato. Esta exposición es el inicio de una lucha, la primera chispa en el largo camino hacia la justicia para miles de niñas que hoy solo conocen el peso de un futuro que no eligieron.

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