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Cuando la Verdad Viste de Uniforme:

 

 El Extraño Caso del General que Olvidó Acariciar al Gato

Por Whisker Wordsmith

"Su error no fue su informe, fue su falta de instinto felino."

El mundo, queridos lectores, se ha vuelto un lugar tan predeciblemente absurdo que la única sorpresa es la falta de ellas. ¿Qué esperan que le pase a un general que se atreve a presentar un informe que "enfureció a Trump"? ¡Seamos serios! Esto es como llevar un puré de espinacas a un niño de tres años: el resultado es un berrinche inevitable, un caos de puré por toda la cocina y, finalmente, un castigo para quien tuvo la mala idea de traer las verduras.

El general, cuyo nombre probablemente se borrará de los anales de la historia militar para que no manche el récord de lealtad, cometió el error más básico de la era moderna: confundir la realidad con la narrativa. En la capital del poder, la verdad no es un hecho, es una sugerencia; y en este caso, una sugerencia muy poco bienvenida. No importa cuántos satélites o fuentes secretas consultes, si tu informe no rima con el discurso, es simplemente un borrador para ser destrozado.

Lo más fascinante de todo no es el despido en sí mismo, sino el pretexto. No fue por "incompetencia" o "traición", sino porque el informe "enfureció" al gran jefe. Seamos honestos: si viviéramos en una granja, la vida en el gallinero sería más fácil si las gallinas no dijeran a la cara del gallo que el granero está en llamas.

Y así, el general, una figura de respeto y rectitud, es enviado a casa. Seguramente se preguntará qué hizo mal. La respuesta, mi buen general, es simple: su error no fue su informe, fue su falta de instinto felino. Olvidó que a la bestia hay que acercarse con cautela, que hay que maullar la verdad en lugar de ladrarla y que un pequeño maullido de aprobación antes de dar la mala noticia siempre es de gran ayuda.

Quizás, en el futuro, los informes de inteligencia deberían comenzar con una línea de tiempo de gatos felices en el sol, seguida de una pequeña anécdota sobre cómo el queso curado está de moda en los Alpes suizos. Cualquier cosa para suavizar el golpe de la realidad. Porque en este teatro de lo absurdo, la única regla es no enfadar al público, y el público, en este caso, es un solo hombre.

Porque en un universo donde las realidades se construyen a conveniencia, las historias más insólitas esperan detrás de la siguiente página.