-->

El Leviatán Uniformado:

 

 Cuando el Poder Militar Devora la Democracia y el Legado Histórico de su Control

Por Sombra "El Inquisidor" Nocturno


En el intrincado ajedrez de la geopolítica y la gobernanza interna, existe una pieza cuyo movimiento, cuando se expande más allá de su casilla designada, puede alterar irrevocablemente el tablero entero: el poder militar. Tradicionalmente concebidas como garantes de la seguridad nacional y la soberanía territorial, las fuerzas armadas operan bajo un precepto fundamental: la subordinación al poder civil democráticamente electo. Sin embargo, en un número preocupante de naciones, esta línea divisoria se ha difuminado, dando paso a un fenómeno que conocemos como la concentración de poder militar. No se trata meramente del control de las armas, sino de una expansión insidiosa de su autoridad y funciones a esferas tradicionalmente civiles: la seguridad pública, la economía, la infraestructura e incluso la política. ¿Qué fuerzas impulsan a un Estado a ceder parcelas crecientes de su soberanía a la disciplina castrense, y cuáles son las implicaciones históricas y a largo plazo de permitir que este "Leviatán Uniformado" extienda su sombra sobre la democracia?

La génesis de esta concentración es raramente sencilla; es el resultado de una compleja interacción de factores. A menudo, una crisis de seguridad es el catalizador principal. Ante el desbordamiento de la delincuencia organizada, la violencia interna o la incapacidad percibida de las fuerzas policiales civiles, los gobiernos recurren a la capacidad operativa y la disciplina militar para restaurar el orden. Lo que comienza como una medida temporal de emergencia puede, sin embargo, enraizarse y normalizarse. Paralelamente, las crisis económicas o políticas, al debilitar las instituciones civiles y erosionar la confianza pública en la clase política, pueden abrir una brecha para que los militares se presenten como la única garantía de estabilidad o eficiencia, asumiendo roles que van desde la gestión de aduanas hasta la construcción de grandes infraestructuras. Se valora su supuesta incorruptibilidad y eficacia por encima de la deliberación democrática. Finalmente, el legado histórico y la propia ambición institucional de las fuerzas armadas, buscando mayores presupuestos o influencia, también juegan un papel crucial en esta expansión gradual del control.

México: Un Laboratorio de Militarización

México, una nación con una compleja relación histórica con su ejército, se ha convertido en un caso de estudio contemporáneo paradigmático de esta concentración de poder. Tras un periodo posrevolucionario de aparente subordinación militar al poder civil, el siglo XXI ha visto un resurgimiento notable de su influencia. La llamada "guerra contra el narcotráfico", iniciada a mediados de la década de 2000, marcó el punto de inflexión. Ante la incapacidad de las policías locales y estatales para contener la violencia del crimen organizado, el Estado recurrió al ejército para funciones de seguridad pública, un rol para el que, por su naturaleza y entrenamiento, no está diseñado y donde la distinción entre amigo y enemigo se difumina.

Hoy, la presencia militar en México va mucho más allá de las patrullas callejeras:

  • Seguridad Pública: El ejército y la recién creada Guardia Nacional (compuesta mayoritariamente por militares) han asumido un rol protagónico en la seguridad ciudadana, con una reducción ambigua en los índices de violencia y un preocupante aumento de las denuncias por abusos y violaciones a los derechos humanos, que a menudo quedan en la impunidad. La militarización no ha traído la paz prometida, sino una complejización de la violencia.

  • Proyectos de Infraestructura: Las fuerzas armadas gestionan y construyen mega-proyectos emblemáticos como el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) y el Tren Maya, además de administrar aeropuertos y participar en la construcción de sucursales del Banco del Bienestar. Esto les otorga un control presupuestario y una influencia económica sin precedentes.

  • Control Estratégico: La administración de puertos y aduanas, puntos clave para el comercio y el control del flujo de mercancías, ha sido entregada también a la Secretaría de Marina (SEMAR) y la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA), fortaleciendo su poder económico y logístico.

Los resultados de esta estrategia son objeto de un intenso debate. Si bien la justificación es la necesidad de orden y eficiencia, la realidad muestra un balance mixto. Los índices de homicidio se han mantenido altos, y la opacidad en el gasto y la rendición de cuentas de las fuerzas armadas ha aumentado, erosionando la transparencia. Lo más preocupante es el debilitamiento de las instituciones civiles, cuya profesionalización se posterga mientras el poder militar consolida vastos intereses económicos y políticos, sentando un precedente que podría ser difícil de revertir.

Ecos del Autoritarismo: Un Recorrido Histórico Global

La historia nos ofrece lecciones contundentes sobre los peligros de un "Leviatán Uniformado".

  • Argentina y Chile (Dictaduras del Cono Sur, Siglo XX): Los golpes militares en la década de 1970 llevaron a regímenes que desmantelaron las democracias, implementaron represiones sistemáticas, suspendieron libertades fundamentales y perpetraron graves violaciones a los derechos humanos. Aunque prometían estabilidad económica, estas dictaduras dejaron profundas heridas sociales, una inmensa deuda externa y un legado de trauma que aún resuena.

  • Egipto (Pos-Revolución, Siglo XXI): Tras la Primavera Árabe, el ejército egipcio no solo mantuvo su estatus como un actor político fundamental, sino que consolidó un vasto imperio económico, controlando sectores clave de la industria, el turismo y la infraestructura. El resultado ha sido la restricción de los espacios democráticos y la perpetuación de un poder militar con intereses económicos intrínsecos al statu quo.

  • Turquía (Histórico y Actual): El ejército turco se erigió históricamente como el "guardián" de la laicidad y la Constitución, interviniendo periódicamente en la política a través de golpes de estado para "proteger" los principios de la república. Este rol, aunque en teoría constitucional, generó una tensión crónica entre el poder militar y el civil, con periodos de represión y un desarrollo democrático fragmentado.

La comparativa es clara: la concentración de poder militar, especialmente cuando invade y controla esferas civiles, tiende a correlacionarse con una erosión democrática (reducción de libertades, debilitamiento de contrapesos), un aumento de las violaciones a los derechos humanos y la impunidad, y, a menudo, un estancamiento o volatilidad económica cuando la disciplina castrense no se traduce en eficiencia administrativa o desarrollo sostenible. El resultado final es un legado de desconfianza social y un trauma colectivo.