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La nueva ola de nacionalismos

 

 Un mapa emocional del siglo XXI

Por  Whisker Wordsmith © Radio Cat Kawaii


En un mundo cada vez más interconectado, donde las fronteras parecen desdibujarse ante el flujo de información, bienes y personas, una fuerza ancestral ha resurgido con renovado vigor: el nacionalismo. No se trata de un mero eco del pasado, sino de una "nueva ola" que, en el siglo XXI, se manifiesta con matices distintos, impulsada por un complejo entramado de emociones que reconfiguran el panorama político y social global. Este artículo busca trazar un mapa emocional de este fenómeno contemporáneo, analizando sus raíces y sus implicaciones.

Más allá de la bandera: el corazón del nuevo nacionalismo

El nacionalismo, en su esencia, es la afirmación de una identidad colectiva basada en la pertenencia a una nación. Sin embargo, la ola actual difiere de sus predecesoras del siglo XIX o de mediados del XX. Si bien la soberanía y la autodeterminación siguen siendo pilares, el énfasis se ha desplazado hacia una defensa más visceral de la identidad cultural, los valores tradicionales y, a menudo, una percepción de "pureza" nacional amenazada.

Este resurgimiento no es monolítico; adopta diversas formas, desde movimientos populistas de derecha que prometen restaurar la "grandeza" perdida, hasta expresiones de autonomía regional o la defensa de minorías culturales. Lo que los une es una profunda carga emocional que capitaliza ansiedades y aspiraciones latentes en la sociedad.

Las coordenadas emocionales: miedo, nostalgia y resentimiento

La geografía emocional del nuevo nacionalismo está marcada por varios puntos cardinales:

  1. El Miedo como Catalizador: La globalización, si bien ha traído prosperidad a muchos, también ha generado incertidumbre. El miedo a la pérdida de empleos por la deslocalización, a la erosión cultural por la inmigración, o a la inseguridad ante amenazas transnacionales (sean estas terrorismo o pandemias) se convierte en un terreno fértil para discursos que prometen protección a través del fortalecimiento de las fronteras y la identidad nacional. El "otro" —el migrante, la élite globalista, la cultura foránea— es a menudo presentado como la fuente de estas amenazas, canalizando el miedo hacia un chivo expiatorio.

  2. La Nostalgia por un Pasado Idealizado: Muchos movimientos nacionalistas evocan una era dorada, un tiempo en que la nación era supuestamente más fuerte, más homogénea o más próspera. Esta nostalgia no siempre se basa en hechos históricos rigurosos, sino en un anhelo emocional por la estabilidad, la certidumbre y la identidad clara que se perciben como ausentes en el presente. Es un llamado a "volver a ser" lo que se cree que se fue, ofreciendo consuelo frente a la complejidad del mundo moderno.

  3. El Resentimiento y la Percepción de Injusticia: Un componente crucial es el resentimiento. Este puede dirigirse hacia las élites políticas y económicas percibidas como desconectadas de la gente común, hacia instituciones supranacionales que supuestamente socavan la soberanía, o hacia grupos externos que se benefician a expensas de la nación. La sensación de haber sido "dejado atrás" o "ignorado" por el progreso global alimenta una ira que el nacionalismo canaliza, prometiendo justicia y reivindicación.

  4. Orgullo y Pertenencia: La Búsqueda de Sentido: En un mundo fragmentado, la nación ofrece un sentido de pertenencia y propósito. El nacionalismo apela a un orgullo compartido, a una identidad colectiva que trasciende las divisiones individuales. Para muchos, es una respuesta a la alienación, un ancla en un mar de cambios, una forma de sentirse parte de algo más grande y significativo.

Factores que alimentan la llama

Varios elementos han contribuido a la combustión de esta nueva ola:

  • Desigualdad Económica: La brecha creciente entre ricos y pobres, y la precarización laboral, han generado una frustración que los discursos nacionalistas explotan, culpando a fuerzas externas o a políticas liberales.

  • Crisis de Confianza en las Instituciones: La desilusión con los partidos políticos tradicionales, los medios de comunicación y las instituciones internacionales ha abierto un vacío que los líderes nacionalistas, a menudo presentándose como "outsiders", han sabido llenar.

  • La Era Digital y las Cámaras de Eco: Las redes sociales, si bien conectan, también permiten la formación de "cámaras de eco" donde las narrativas nacionalistas se refuerzan mutuamente, aislando a los individuos de puntos de vista alternativos y amplificando el miedo y el resentimiento.

  • Grandes Migraciones: Los movimientos migratorios a gran escala, impulsados por conflictos, crisis climáticas o búsqueda de oportunidades, han puesto a prueba la cohesión social en muchos países, avivando debates sobre la identidad nacional y la integración.

Implicaciones y desafíos

La nueva ola de nacionalismos plantea serios desafíos para la estabilidad global. La priorización de los intereses nacionales por encima de la cooperación internacional puede debilitar organismos multilaterales, obstaculizar la respuesta a problemas globales como el cambio climático o las pandemias, y aumentar las tensiones geopolíticas. Internamente, puede llevar a la polarización social, la discriminación de minorías y la erosión de las libertades democráticas.

Comprender este mapa emocional es crucial. No se trata de descartar el nacionalismo como una simple regresión, sino de reconocer que es una respuesta compleja, aunque a menudo peligrosa, a las ansiedades del siglo XXI. Abordar sus causas subyacentes —la desigualdad, la falta de confianza, la necesidad de pertenencia— es fundamental para navegar esta nueva era y evitar que las emociones descontroladas desmantelen los cimientos de la cooperación y la convivencia pacífica.