Neurociencia y Neuropsicología cap 1

La Danza Sináptica de la Percepción: Un Puente Profundo entre Neurociencia y Neuropsicología

por   Whisker Wordsmith © Radio Cat Kawaii



La percepción, un proceso fundamental para la cognición, se sitúa en la intersección de la neurociencia y la neuropsicología. Este artículo examina la sinergia entre estas disciplinas, destacando cómo la investigación neurocientífica ilumina los mecanismos biológicos subyacentes a la percepción, mientras que la neuropsicología clínica revela la organización funcional del cerebro perceptivo a través del estudio de las alteraciones perceptivas resultantes de lesiones cerebrales. Se revisan los procesos de transducción sensorial, las vías de procesamiento, la codificación neuronal, la plasticidad sináptica y la influencia de los procesos cognitivos de orden superior. Además, se discuten las contribuciones de las técnicas de neuroimagen y las intervenciones cerebrales, así como el papel de los modelos computacionales en la comprensión de la percepción.

La comprensión de la mente humana, con su intrincada arquitectura de pensamientos, emociones y comportamientos, se encuentra en la convergencia esencial de la neurociencia y la neuropsicología. Mientras que la neurociencia desentraña los misterios del sistema nervioso a través de investigaciones a nivel molecular, celular y de sistemas, la neuropsicología explora la intrínseca relación entre las estructuras y funciones cerebrales y los procesos cognitivos y conductuales que dan forma a nuestra experiencia. Este artículo se adentra en la sinergia entre ambas disciplinas, ilustrando cómo el conocimiento de los mecanismos neurobiológicos fundamentales informa nuestra comprensión de fenómenos psicológicos complejos, con un enfoque particular en la rica y multifacética naturaleza de la percepción.

1. La Neurociencia de la Percepción: Un Mosaico Sensorial Detallado

La percepción, desde una perspectiva neurocientífica, emerge como un proceso dinámico y constructivo que se inicia con la transducción sensorial. En este primer paso crucial, la energía física o química del entorno es convertida en señales electroquímicas por receptores especializados. La luz es capturada por fotorreceptores en la retina (Purves et al., 2018), las ondas sonoras son detectadas por mecanorreceptores en el oído interno (Hudspeth, 2014), las sustancias químicas interactúan con quimiorreceptores en la lengua y la nariz (Chandrashekar et al., 2006), y la presión y la temperatura son registradas por diversos mecanorreceptores y termorreceptores en la piel (Basbaum et al., 2009). Este proceso de transducción es altamente específico, permitiendo a cada tipo de receptor responder de manera óptima a su forma de energía correspondiente.

Estas señales eléctricas viajan a través de vías de procesamiento específicas hacia las áreas corticales primarias. La información visual del nervio óptico llega a la corteza visual primaria (V1) en el lóbulo occipital, donde se comienza a analizar características elementales como líneas, bordes y orientación (Hubel & Wiesel, 1968). A partir de aquí, el procesamiento visual se bifurca en dos vías principales: la vía dorsal ("dónde/cómo"), que se proyecta hacia el lóbulo parietal y está involucrada en la percepción espacial y la guía de la acción (Goodale & Milner, 1992), y la vía ventral ("qué"), que se dirige al lóbulo temporal y es crucial para el reconocimiento de objetos y rostros (Ungerleider & Mishkin, 1982). Investigaciones recientes sugieren una interacción mucho más compleja entre estas dos vías de lo que se pensaba anteriormente, con un intercambio constante de información que permite una percepción visual unificada y flexible (Felleman & Van Essen, 1991). De manera análoga, las vías auditivas se proyectan a la corteza auditiva primaria (A1) en el lóbulo temporal, donde se descomponen las frecuencias y la intensidad del sonido (Kandel et al., 2012), antes de ser procesadas en áreas secundarias para la identificación de patrones y la atribución de significado, siguiendo también vías del "qué" y del "dónde" en el procesamiento auditivo espacial (Rauschecker & Tian, 2000).

La información sensorial se codifica en la actividad neuronal a través de diversos mecanismos, incluyendo la frecuencia de disparo de las neuronas y los patrones de activación de poblaciones neuronales. La intensidad de un estímulo, por ejemplo, puede codificarse mediante una mayor frecuencia de potenciales de acción, mientras que diferentes cualidades del estímulo pueden representarse por la activación de distintas poblaciones de neuronas. La comunicación entre neuronas en estas vías está mediada por neurotransmisores como el glutamato (excitatorio) y el GABA (inhibitorio), que influyen en la transmisión sináptica. Además, neuromoduladores como la dopamina, la acetilcolina y la serotonina modulan la plasticidad sináptica, la atención y el estado de ánimo, afectando la forma en que procesamos la información perceptiva (Bear et al., 2016). A nivel de los microcircuitos corticales, las neuronas se organizan en complejas redes dentro de las capas de la corteza, permitiendo realizar cómputos sofisticados para extraer información relevante del flujo sensorial. Estudios avanzados de optogenética y microscopía de dos fotones están revelando la intrincada dinámica de estos microcircuitos y su papel en la percepción (Lichtman & Denk, 2011).

Un pilar fundamental de la neurociencia de la percepción es la plasticidad sináptica. La eficiencia y la fuerza de las conexiones sinápticas se modifican continuamente en respuesta a la experiencia, permitiendo que nuestro sistema perceptivo se adapte y aprenda. Este proceso subyace a la adaptación sensorial, donde la respuesta a un estímulo constante disminuye con el tiempo, y al aprendizaje perceptivo, donde la práctica repetida mejora nuestra capacidad para discriminar estímulos sutiles (Kandel et al., 2012). La potenciación a largo plazo (LTP) y la depresión a largo plazo (LTD) son mecanismos celulares clave que contribuyen a estos procesos adaptativos (Malenka & Bear, 2004).

2. La Neuropsicología de la Percepción: Desvelando la Experiencia Subjetiva y sus Alteraciones

Desde la perspectiva de la neuropsicología, la percepción se investiga a través del estudio detallado de las capacidades perceptivas y sus alteraciones en individuos que han sufrido daño cerebral. Las lesiones en áreas corticales específicas pueden resultar en déficits perceptivos selectivos, proporcionando una ventana única hacia la función de dichas áreas. Un ejemplo clásico es el caso de "DF", quien, tras daño en la corteza visual ventral, desarrolló agnosia visual para la forma, siendo incapaz de reconocer objetos visualmente, pero conservando la capacidad de interactuar con ellos de manera precisa (por ejemplo, introducir una tarjeta en una ranura) (Milner & Goodale, 2006). Este caso ilustra la disociación entre las vías visuales del "qué" y del "cómo". Trabajos recientes han ahondado en las bases neurales de las agnosias, revelando la participación de redes distribuidas que van más allá de áreas corticales específicas (Gainotti, 2007).

La evaluación neuropsicológica de la percepción se realiza mediante baterías de pruebas especializadas diseñadas para examinar diferentes modalidades sensoriales y aspectos del procesamiento perceptivo. Estas pruebas pueden incluir el reconocimiento de objetos (p. ej., el Test de Reconocimiento de Objetos de Warrington) (Warrington, 1985), la discriminación de colores (p. ej., el Test de Farnsworth-Munsell 100 Hue) (Farnsworth, 1943), la percepción de profundidad (p. ej., pruebas estereoscópicas), la identificación de sonidos (p. ej., pruebas de discriminación de frecuencia), la localización espacial, y el reconocimiento facial (p. ej., el Test de Caras de Benton) (Benton et al., 1994). La prosopagnosia, la incapacidad específica para reconocer rostros familiares a pesar de tener otras capacidades visuales intactas, es otro ejemplo de un déficit perceptivo selectivo que destaca la especialización dentro de la vía visual ventral (Bodamer, 1947). Estudios longitudinales con pacientes prosopagnósicos han revelado la notable plasticidad del cerebro y la posibilidad de recuperación parcial con entrenamiento intensivo (Behrmann et al., 2006).

Las lesiones en la corteza parietal posterior pueden llevar a la negligencia espacial unilateral, donde los pacientes ignoran los estímulos presentados en el lado opuesto a la lesión. Este fenómeno, a menudo observado tras accidentes cerebrovasculares en el hemisferio derecho, subraya el papel crucial de la corteza parietal en la atención espacial y la construcción de una representación coherente del entorno (Heilman et al., 1983). Investigaciones recientes han destacado la importancia de las redes frontoparietales en la atención espacial y la naturaleza dinámica de la negligencia, que puede variar en severidad y manifestación dependiendo de la tarea y el contexto (Corbetta & Shulman, 2002).

Más allá de los déficits, la neuropsicología también investiga otros trastornos perceptivos. Las alucinaciones, percepciones en ausencia de un estímulo externo real, pueden ocurrir en diversos contextos neurológicos y psiquiátricos, como la esquizofrenia, la enfermedad de Parkinson y la migraña. Las teorías actuales sugieren que las alucinaciones pueden surgir de un desequilibrio entre el procesamiento sensorial de abajo hacia arriba y las predicciones de arriba hacia abajo del cerebro (Fletcher & Frith, 1996). Las ilusiones, distorsiones de la percepción de estímulos reales, pueden ser normales en ciertas circunstancias (p. ej., ilusiones ópticas), pero también pueden exacerbarse en condiciones patológicas. La sinestesia, aunque no es un déficit, es una fascinante variación de la percepción donde la estimulación de un sentido evoca automáticamente una experiencia en otro sentido (por ejemplo, "ver" colores al escuchar música). Estudios genéticos y de neuroimagen están comenzando a revelar las bases neurales de esta peculiar experiencia perceptiva (Eagleman et al., 2007).

La rehabilitación neuropsicológica juega un papel crucial en el abordaje de los déficits perceptivos. Se utilizan diversas estrategias, como la terapia ocupacional, ejercicios de entrenamiento visual o auditivo, y el uso de ayudas compensatorias para mejorar la funcionalidad y la calidad de vida de los individuos afectados. Enfoques innovadores como la realidad virtual y la estimulación transcraneal por corriente directa (tDCS) están mostrando resultados prometedores en la rehabilitación de déficits perceptivos, como la negligencia espacial y la agnosia visual (Driver et al., 2017).

3. Integrando Neurociencia y Neuropsicología: Hacia una Comprensión Holística con Evidencia Empírica

La verdadera fuerza de nuestra comprensión de la percepción reside en la convergencia de los hallazgos de la neurociencia y la neuropsicología. Las técnicas de neuroimagen, como la resonancia magnética funcional (fMRI), la electroencefalografía (EEG), la magnetoencefalografía (MEG) y los potenciales evocados (PE), permiten visualizar y medir la actividad cerebral en tiempo real durante la realización de tareas perceptivas, estableciendo correlaciones directas entre la actividad en áreas cerebrales específicas y la experiencia subjetiva reportada por los participantes. Estas técnicas han revolucionado nuestra comprensión de la organización funcional del cerebro perceptivo.

Por ejemplo, estudios de fMRI han confirmado la especialización funcional de las áreas visuales, mostrando consistentemente una mayor activación en el área V4 durante la percepción del color y en el área V5/MT durante la percepción del movimiento (Zeki et al., 1991). Más allá de la localización de funciones, la fMRI también se está utilizando para investigar cómo interactúan las diferentes áreas cerebrales durante la percepción y cómo estas interacciones se modulan por la atención y otros factores cognitivos (Corbetta et al., 2000). Investigaciones con EEG y MEG, gracias a su alta resolución temporal, han revelado los correlatos neuronales de la atención selectiva, mostrando cambios en las oscilaciones cerebrales (como las ondas alfa y gamma) en respuesta a estímulos atendidos en comparación con los no atendidos (Posner, 1980). Estas técnicas también son valiosas para estudiar la dinámica temporal del procesamiento perceptivo y cómo se sincronizan las diferentes áreas cerebrales para generar una experiencia perceptiva unificada (Singer, 1998).

Además, las técnicas de intervención cerebral como la estimulación magnética transcraneal (TMS) permiten modular de forma no invasiva la actividad de áreas corticales específicas y estudiar su impacto en la percepción y la cognición. Por ejemplo, la aplicación de TMS sobre la corteza parietal puede inducir temporalmente síntomas de negligencia espacial en individuos sanos, reforzando el papel de esta área en la atención espacial (Walsh et al., 1998). La estimulación cerebral profunda (DBS), utilizada principalmente para tratar trastornos motores, también ha proporcionado información valiosa sobre el papel de ciertas estructuras subcorticales, como el tálamo y los ganglios basales, en procesos perceptivos y atencionales (Benabid et al., 1991).

Los modelos computacionales de la percepción, basados en principios neurobiológicos y datos conductuales, buscan simular el procesamiento perceptivo y predecir los efectos de lesiones cerebrales. Estos modelos a menudo incorporan la idea del procesamiento jerárquico, donde la información se procesa en etapas sucesivas de complejidad creciente, y se inspiran en la arquitectura de las redes neuronales artificiales para comprender cómo las características se extraen y se integran para formar representaciones perceptivas. Los avances recientes en el aprendizaje profundo han permitido desarrollar modelos computacionales cada vez más sofisticados que pueden simular aspectos complejos de la percepción, como el reconocimiento de objetos y el procesamiento del lenguaje visual (LeCun et al., 2015).

Finalmente, es crucial destacar la influencia de los factores "top-down" en la percepción. Nuestros procesos cognitivos de orden superior, como la atención, la memoria, el lenguaje y las emociones, ejercen una poderosa influencia en cómo interpretamos la información sensorial. La atención selectiva modula la actividad neuronal en las áreas sensoriales, permitiéndonos priorizar la información relevante (Desimone & Duncan, 1995). Las memorias previas y las expectativas pueden influir en nuestra interpretación de estímulos ambiguos, llevando a ilusiones perceptivas o a una percepción sesgada, un concepto central en teorías como el procesamiento predictivo, que postula que nuestro cerebro constantemente genera predicciones sobre el mundo y actualiza estas predicciones basándose en la información sensorial entrante (Friston, 2005). Este marco teórico está ganando cada vez más apoyo en la neurociencia cognitiva, y se están explorando sus implicaciones para comprender una amplia gama de fenómenos perceptivos y cognitivos (Clark, 2013).

4.  Un Futuro de Descubrimientos en la Danza Cerebro-Mente

La percepción, un proceso esencial que nos conecta con el mundo que nos rodea, ejemplifica de manera elocuente la fructífera colaboración entre la neurociencia y la neuropsicología. La neurociencia desvela los intrincados mecanismos biológicos que subyacen a la transducción, el procesamiento y la integración de la información sensorial, desde los receptores hasta las complejas redes corticales. La neuropsicología, por su parte, ilumina cómo estos mecanismos se manifiestan en nuestra experiencia perceptiva subjetiva y cómo las alteraciones cerebrales pueden perturbar esta experiencia, revelando la arquitectura funcional del cerebro perceptivo.

A través de la continua integración de métodos y hallazgos de ambas disciplinas, y con el avance constante de las tecnologías de neuroimagen e intervención cerebral, nos dirigimos hacia una comprensión cada vez más profunda y holística de la mente humana. Las futuras investigaciones prometen desvelar aún más los secretos de la danza sináptica de la percepción, abriendo nuevas vías para la comprensión de los trastornos perceptivos y el desarrollo de estrategias de rehabilitación más efectivas, consolidando así el puente esencial entre el cerebro y la experiencia consciente. El desarrollo de nuevas técnicas, como la optogenética, la microscopía de dos fotones y la secuenciación de células individuales, está proporcionando herramientas sin precedentes para investigar los mecanismos neurales de la percepción a nivel de circuitos y células individuales. Al mismo tiempo, los avances en el campo de la inteligencia artificial están permitiendo desarrollar modelos computacionales cada vez más realistas de la percepción, que pueden complementar y guiar la investigación neurocientífica. La convergencia de estas diferentes líneas de investigación promete transformar nuestra comprensión de la percepción en los próximos años.


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